Sencillamente, Gaia es vida. Ella es todo, el alma misma de la Tierra. Es una diosa que, según todos los indicios, habita el planeta ofreciendo vida y alimento a todos sus hijos. En las civilizaciones antiguas se la veneraba como madre, nutridora y dadora de vida. Recibe muchos nombres, pero en un esfuerzo por conectar y comprender mejor esta energía, vamos a explorar la miríada de formas en las que aparece en la Tierra.

Gaia en las tradiciones de las diosas

Cada cultura tiene su versión de la Diosa de la Tierra. Los griegos la llamaban Gaia, mientras que los incas la conocían como PachaMama. En algunos casos, es anterior a la escritura: se han encontrado antiguas referencias prelingüísticas a ella, junto con santuarios, estatuas y pinturas suyas en todos los rincones del planeta. Es la primera diosa, la primigenia, la creadora de toda la vida, y la plenitud de su legado sigue resucitando tras la supresión patriarcal.

Madre Tierra

Las figuras paleolíticas de Venus salpican toda Europa, evocando un culto a la madre tierra femenina que se nos ha perdido. A pesar de los esfuerzos de muchos historiadores, arqueólogos y artistas, sólo ahora empezamos a recordar las historias de la diosa.

Gaia en la mitología griega

Para los griegos, Gea era la diosa suprema del poder maternal. Al principio, había caos, éteres nebulosos que esperaban tomar forma. Este paisaje primordial aguardaba una dirección; fue entonces cuando llegó el espíritu de Gea para dar estructura a lo informe y se concibió la Tierra.

Madre de la vida

Se convirtió en la Tierra, dando a luz toda forma de paisaje, planta y criatura. Aunque su creación fue majestuosa, su soledad fue grande. Anhelaba el amor y creó el cielo, con el que se apareó, encendiendo una fuerza creativa que dio a luz a innumerables descendientes: El Tiempo y las Parcas, las Musas y los océanos, por nombrar algunos. Se la considera la madre primigenia de la que descendieron todos los dioses y la vida misma. Temas como la geometría sagrada o el sonido de la creación nos ayudan a vislumbrar la grandeza de esta creación.

El retorno a lo divino femenino

A medida que la prevalencia de dioses y diosas en los siglos XIX y XX se desvanecía, también lo hacían los relatos de faraonas, científicas y amazonas guerreras en los libros de historia. La historia la conservan los vencedores, que suelen ser hombres. Esto dejó un vacío en la conciencia colectiva y Gaia quedó relegada únicamente a la mitología. Con la convergencia del feminismo en la década de 1970, todo cambió cuando se fundó un establecimiento pionero a favor de las mujeres, que proporcionó una nueva comprensión del funcionamiento de nuestro planeta.

La hipótesis Gaia de Lovelock

En 1970, el químico James Lovelock y su compañera de investigación Lynn Margulis (entonces esposa de Carl Sagan) propusieron que la Tierra es un ser vivo, que autorregula los elementos para mantener la vida en ella. Esta hipótesis revolucionaria se consideró herética, pero desde entonces se ha aceptado como un hecho; una teoría, ya no una hipótesis.

Tierra inteligente

Sus trabajos sugieren que en la Tierra todas las sustancias químicas “hablan” entre sí para proteger la vida en el planeta; todos los elementos trabajan en perfecta armonía para garantizar el mantenimiento de la vida en la Tierra. La estabilidad de la vida y su capacidad constante para autorregularse y proteger a las criaturas de la Tierra connota un universo mucho más inteligente de lo que se había imaginado. La teoría Gaia enseña que un universo sofisticadamente consciente está regulando estas múltiples facetas para proteger y preservar la vida en el planeta. En programas como Revolución cuántica puedes explorar más profundamente esta inteligencia.

Gaia ahora

Mucho más allá de la Gaia mitológica, el nombre ha pasado a representar una fuerza cósmica inteligente, cariñosa y protectora que supervisa la vida en la Tierra. Las tradiciones de las diosas han trabajado incansablemente para resucitar las antiguas enseñanzas de la Gran Madre y asegurar su presencia como fuerza de amor en el planeta. Más que salvar el planeta o participar en las celebraciones del Día de la Tierra, podemos tratar cada día como una ceremonia. Para mantener una relación sincera con Gaia, debemos reconocer sus diversos dones y estar abiertos a recibir su sabiduría.