Comer antes de una clase de yoga
Comer antes de una clase de yoga
By: Carla Sanchez | Jul. 04, 2016
Yo hago mucho ejercicio cada día, no solo asanas sino también deporte, por lo tanto mi apetito es alto y conocido por todos mis amigos. Varias veces a la semana asisto como alumna a clases de yoga por la mañana y ahí empieza mi conflicto; suelo despertarme con hambre a las 7:45 h pero la clase es a las 9:00 h, ¿de dónde sacar entonces una fuente de energía que me sacie levemente y no me haga sentir mal durante la práctica?
Créeme cuando te digo que lo último que quieres hacer es comer antes de una clase de yoga. A priori parece una obviedad que no se debe hacer ejercicio después de haber comido, sin embargo esta regla se rompe con frecuencia debido al frenético ritmo que llevamos. El efecto físico y energético de tener el estómago lleno cuando se está sobre la esterilla puede convertir tu rutina yogi en una experiencia non grata.
El yoga es pura actividad incluso si se está practicando un estilo más estático como el Hatha o el Iyengar. Está lleno de movimientos de tronco, flexiones hacia adelante, extensiones, torsiones y también inversiones. Practicar con la tripa llena es como un terremoto interno para la comida, que se revuelve caóticamente en el estómago y en los intestinos causando bruscas interferencias en el proceso de digestión. Como desagradable consecuencia inmediata puede aparecer acidez y gases, tanto hacia arriba en forma de molestos eructillos, como hacia abajo, incómodas flatulencias que se manifestarán más tarde.
Por otra parte, cuando hacemos la digestión el aparato digestivo requiere cierta quietud física y más energía; el cuerpo lleva sangre hacia esa zona para favorecerla y oxigenar. Hacer ejercicio cuando se acaba de comer es demandar al cuerpo algo enormemente confuso; frente a la quietud necesaria para digerir se incorpora movimiento y la necesidad muscular de más riego sanguíneo y oxígeno para responder al esfuerzo. Esto sencillamente hay que evitarlo, o una cosa o la otra, porque una mala digestión influye directamente en la absorción de nutrientes y puede marcar la diferencia entre alimentarte bien o mal, al margen del tipo de productos que consumas.
Cada persona tiene una relación distinta con la sensación de hambre. Hay quien la gestiona bien y puede pasar muchas horas sin ingerir alimento, otros no la soportan y tienden a comer cualquier snack basura antes de sentirse hambrientos por más de diez minutos seguidos, e incluso hay quien se pone de mal humor… el caso es que no es agradable. Mantener orden en las comidas te ayudará a controlarla y a gestionar el tiempo que debe transcurrir tras la ingesta.
Te daré algunos consejos para organizarte:
- Planifica tu día y la hora a la que quieres practicar para concretar tu horario de comidas.
- Si practicas por las mañanas puedes tomar un zumo de limón con agua templada hasta media hora antes de la clase. El limón no sacia pero es purificante y un verdadero chute de vitamina C.
- El margen ideal para hacer yoga con respecto a la comida es de al menos 2h de distancia, idealmente 3h.
- Si has comido carne la digestión es más pesada, por lo que deben transcurrir al menos 3h antes de practicar.
- Si necesitas comer algo porque estás desfallecido trata de hacerlo al menos con 30 minutos de margen y preferiblemente frutos secos como almendras que contienen potasio y vitamina E, o una barrita de sésamo y miel, algo energético pero ligero para el estómago.
- Fruta baja en acidez también es una buena opción para calmar la sensación de hambre, la pera o la manzana son perfectas.
Comer después de la práctica es un verdadero placer, sobre todo si ha sido intensa, es el momento de reponer energía y disfrutar de algo rico, pero respetando la hora del día y sin pasarte. Hay un dicho que encuentro muy acertado:
“Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo”.
¡Aplícalo!
El aroma de las castañas
El aroma de las castañas es uno de esos elementos que hacen del otoño una de los momentos más románticos del año. Se apoderan de mercados y calles durante los meses de octubre, noviembre y diciembre, me encantan desde pequeña y he estado esperando ansiosa su llegada.
Mientras escribo este post, en mi cocina se está horneando la primera castañada de muchas tardes calentitas que pasaré bajo una manta leyendo un libro, o viendo una película.
Quizá no sepas que antes de que la patata invadiese Europa, las castañas eran las reinas de la dieta, coronadas como el principal hidrato de carbono durante las estaciones de frío. Frescas duran poco tiempo, pero se pueden secar convirtiéndose en “castañas pilongas”, y también congelar, conservación que las mantiene perfectas en cuanto a sabor y textura.
Tienen fama de engordar y dar gases pero, integradas adecuadamente en la dieta estacional, son un alimento más nutritivo e interesante de lo que imaginas.
- Entran dentro de la categoría de los frutos secos pero a diferencia de estos, su contenido en grasas es muy bajo y son muy ricas en carbohidratos.
- Cualquier hidrato de carbono puede engordar si se abusa de él. La castaña no engorda más que el arroz, u otros cereales a los que se les tiene menos manía.
- Contienen mucha fibra y son un alimento saciante, por lo que pueden ser un complemento fantástico en dietas para regular el peso.
- Contienen muchas vitaminas del grupo B y destacan por su aporte de hierro y potasio.
- Se consideran un alimento energético, perfecto para deportistas, niños, estudiantes y personas que tienen mucho desgaste físico y mental en general.
- Cocidas son más suaves para el estómago y hay que evitar comerlas crudas, la versión que sin duda crea más gases.
- Al poseer hidratos de carbono complejos es un alimento de absorción lenta, lo que favorece el mantenimiento de los niveles óptimos de azúcar en sangre.
Asadas y cocidas están deliciosas, las castañas también son muy apreciadas en repostería y se pueden emplear en múltiples recetas como acompañamiento.
¡Uy ya huele toda la casa a tostadito! qué maravilla, qué ricas y qué sanas. Además de las propiedades mencionadas hay que decir que es una gozada comerlas en la calle cuando hace frío, calientan las manos y son un tentempié perfecto a cualquier hora del día.
“No dejes de disfrutar los manjares del otoño y dale al cuerpo la buena energía que se merece.”