Meditar: Vivir lo que somos

Meditar: Vivir lo que somos

Mucha gente ya ha decidido hacer que la meditación forme parte de su vida. Pero sólo unos pocos. ¿Qué tiene meditar para nosotros? ¿Qué nos puede ofrecer en estos tiempos?

Una vieja y conocida historia cuenta la vida de un hombre muy pobre que cada mañana tenía que levantarse muy temprano para trabajar en los campos de arroz. Vivía con su mujer y sus tres hijos y sus ganancias apenas le bastaban para mantenerlos. Su vida transcurrió llena de penurias y podredumbre. Nunca supo que enterrado debajo de su casa había un enorme tesoro que le hubiera dado la riqueza necesaria para vivir cien veces en la opulencia, y aún no lo habría gastado todo.

Este cuento es una metáfora de la riqueza que hay en nuestro interior. Vivimos, trabajamos, nos esforzamos pero obtenemos pocas gratificaciones. Tenemos buenos y maravillosos momentos pero son pocos y siempre terminan. Vivir supone un constante esfuerzo por mantener un poco de equilibrio emocional, satisfacer nuestras necesidades y protegernos de enfermedades y amenazas. Lo que desconocemos es que si lográramos desvelar nuestra naturaleza esencial, todo esto terminaría y la vida sería un paseo de plenitud y deleite.
El objetivo de la meditación es desvelar lo que esencialmente somos, el tesoro que llevamos dentro. Queremos dejar de ser un mendigo que no sabe que tiene los bolsillos llenos de joyas. Para ello necesitamos mirar en nuestro interior con serenidad, lucidez y constancia, esto es meditar. Uno de los principios fundamentales de la meditación señala que todo el sufrimiento es consecuencia de distorsionar la realidad. La causa directa reside en que al no ver las cosas como son actuamos de formas que nos ocasionan sufrimiento. Por consiguiente, si pudiéramos ver sin distorsiones, viviríamos menos desdichados. Así, el propósito de la meditación es desarrollar la lucidez y claridad mental para ver la realidad, especialmente nuestra propia realidad, lo que se puede llamar nuestra naturaleza primordial.
A menudo sentimos que la infelicidad está causada por las circunstancias que nos ha tocado vivir o por las personas que nos rodean. Pero es preciso que distingamos entre las causas y las condiciones. Por causas se entiende aquello que es imprescindible para que se dé una situación, mientras que las condiciones es todo aquello que puede estar o no. En relación a esto, es primordial reconocer que las circunstancias y personas de nuestro entorno sólo son condiciones secundarias, mientras que la causa fundamental está en nosotros mismos, en concreto en esa distorsión de la realidad con que vivimos. Es decir, si cambiamos, si nos conociéramos de verdad y sin distorsiones, no importa cuánto nos perjudiquen, nada nos podrá afectar. Por eso queremos reconocer nuestra realidad esencial y por eso necesitamos un método que nos ayude a percibirla.
Hay cuatro condiciones para que nazca la conciencia de nuestra naturaleza primordial. Necesitamos confianza, contemplación, sabiduría y compasión.
Confianza
En primer lugar, las personas que no creen en ello, quienes dudan de lo esencial y piensan que sólo somos un organismo biológico o algo similar, no pueden llegar a conocerse. La misma creencia de la inexistencia de la naturaleza primordial hace imposible el interés y la fuerza para buscarla. Sin confianza en uno mismo y sin creer que otros muchos durante generaciones lo han conseguido, sólo encontraremos obstáculos en el camino espiritual. Esto no deja de ser un problema porque si no tenemos confianza resulta bastante difícil inventarla. A veces, sólo un golpe del destino puede hacer que probemos la meditación y encontremos algo en ella importante para nosotros; y esto nos dé la confianza para seguir. Muchas veces la confianza tarda años en llegar, otras veces uno tiene confianza pero dura sólo unos años, sólo unos pocos afortunados tienen una confianza firme, estable e inquebrantable. La cuestión es que sin creer en nosotros mismos, en nuestra esencia más profunda que está por descubrir nunca llegaremos a conocerla.
Contemplación
La segunda condición es la contemplación. Esto se refiere a la constancia y firmeza en la práctica. Si somos de esas personas que sólo hacen cursos y seminarios, se dedican a escuchar a maestros y terapeutas, leen un montón de libros espirituales, y nunca se sientan a practicar será muy difícil desvelar nuestra esencia. Descubrir lo que somos requiere una atención constante a nuestros pensamientos, convicciones, estados emocionales y sentimientos. Necesitamos observarnos y descubrir lo que nos condiciona y debilita. Sólo mediante la contemplación constante podremos soltar las respuestas automáticas y atravesar los velos que nos impiden reconocer nuestro ser real.

Es como un leñador que quiere cortar un árbol con su hacha, sólo golpeando con fuerza en el mismo sitio una y otra vez, podrá alcanzar su objetivo. Asimismo, sólo perseverando en la contemplación llegaremos a desprendernos de las identificaciones falsas y conocer la realidad. Necesitamos aprender un método de los maestros, pero una vez aprendido es imprescindible sentarse a practicarlo.

Sabiduría
La tercera condición es la sabiduría. La palabra sabiduría tiene muchos significados y aquí se refiere a la comprensión de que no existe el individuo como algo separado e independiente. El mayor obstáculo para desvelar nuestra esencia es creer que lo que conocemos de nosotros mismos es real; esto es, pensar que somos individuos con una vida, un pasado y un futuro. Nuestra naturaleza primordial es anterior a que se fraguara la idea de ser alguien, anterior a los pensamientos y emociones que nos definen. De modo que no habrá un alguien que la alcance.

Sólo cuando empecemos a desarrollar la sabiduría que vislumbra que Yo es una ilusión, podrán darse las condiciones para que se haga presente la realidad. Mientras sigamos pensando que somos individuos que vamos a conseguir algo haciendo el camino espiritual, nosotros mismos estamos impidiendo que la naturaleza primordial se desvele. Así pues, la sabiduría se refiere a la claridad y lucidez que percibe la naturaleza del sentimiento de ser alguien, y que revela que sólo es un efecto superficial que aparece en lo que realmente somos.

Compasión
La cuarta condición es la compasión. La vida espiritual parece a menudo un camino individual y solitario en el que vamos aislándonos de todo el mundo para hallar la paz. Incluso a veces tenemos la sensación de que avanzamos más rápido cuando nos aislamos; además, podemos llegar a estados muy elevados mediante la práctica solitaria. Sin embargo, cuando se trata de realizar la naturaleza primordial, el egocentrismo espiritual es un obstáculo. Para que se deshagan todos los velos que empañan la presencia de nuestra esencia es preciso vivir con compasión. Sin duda, se obtienen muchos logros espirituales mediante el aislamiento y la concentración, pero cuando se trata de desvelar nuestra naturaleza primordial, vivir ayudando desinteresadamente a los demás es imprescindible. La compasión y el servicio es la condición final sin la cual resulta imposible purificar las tendencias latentes más sutiles. Esto puede resultar sorprendente, pero la presencia de la naturaleza primordial siempre es compasiva y ecuánime, y los hechos demuestran que no es posible un sabio egocéntrico. Así pues, la compasión es la última condición sin la cual la naturaleza primordial no puede encarnarse.
Estas cuatro condiciones no son fáciles de cumplir, a veces tenemos algunas pero no otras. No obstante, la más difícil de cumplir es la práctica. Normalmente tenemos también otros objetivos en la vida; solemos perseguir diversas metas y consideramos la espiritual tan solo como una de ellas. El caso es que esto funciona por un tiempo, pero a la larga ya no es así. Descubrir la naturaleza primordial nos exige absoluta entrega y dedicación, sólo cuando la hacemos nuestro único objetivo en la vida podremos despertar a la libertad de ser nosotros mismos.
Juan Manzanera es maestro de meditación en Gaia. Puedes practicar sus meditaciones entrando en Gaia.com
Trailer


Meditación y silencio

Apenas sabemos lo que es el silencio. Probablemente, nunca antes en la historia de la humanidad han habido tantos sonidos y tan agolpados.

Pero, nuestro mundo interno también esta lleno de ruidos. Apenas nos damos tiempo para estar más callados, quedarnos quietos y, por ejemplo, mirar calladamente el movimiento de la gente en la calle, el vuelo de un pájaro o escuchar sin más el rumor del viento. Con frecuencia el silencio interior nos produce incomodidad y desasosiego. Muchas veces nos ponemos a leer, encendemos el televisor o hacemos una llamada telefónica para evitar escuchar nuestro interior, a veces, incluso nos inventamos un problema para no sentirnos por dentro.

Uno de nuestros mecanismos inconscientes más habituales es ponernos a elucubrar y razonar sobre cualquier cosa. Cuando aparece algún malestar, ya sea emocional o físico, solemos pensar más. Lo hacemos de una manera totalmente automática, como buscando una salida. Los momentos en que tenemos más pensamientos son aquellos en que los que nos sentimos más incómodos con la situación actual.

La capacidad de sentir está directamente relacionada con la atención y el silencio interior, y solemos pensar demasiado para anestesiar el dolor, la frustración y todo aquello que no nos gusta padecer. El problema es que así acabamos también perdiéndonos numerosos aspectos bellos de la existencia. Las palabras ocultan la realidad y la sustituyen por símbolos y conceptos, nos alejan del contacto directo con la vida y nos mecanizan. Tienen su función en la vida y en la comunicación, pero cuando ocupan todo el espacio sustituyen la percepción y la intuición, y algo se acaba escapando. Como decía el filósofo Wittgenstein en su investigación sobre el lenguaje y la realidad: “Hay ciertas cosas de las que, pasado cierto punto, no puede decirse nada y tengo que permanecer callado”.

LA FECUNDIDAD DEL SILENCIO 

El silencio es tan rico, tiene tantas posibilidades. Los místicos, los yoguis, los chamanes, los ascetas, no conciben su práctica sin el silencio. Los sabios siempre han buscado el silencio, los filósofos lo han perseguido y los religiosos también. En oriente se considera que la palabra puede tener mucho poder, lo cual está determinado por el silencio. “Habla cuando tus palabras digan más que el silencio”, reza un antiguo proverbio oriental.

Es bien conocida la costumbre de muchos ascetas que toman el voto de no hablar durante años y se dice que los sabios rishis de La India pueden hacer que se cumpla cualquier cosa que expresan con sus palabras, y esto se debe al control que tienen sobre ella, especialmente evitando decir cosas superfluas y falsedades. También en el budismo la charlatanería estéril es considerada una falta moral. Uno de los elementos fundamentales en cualquier rito espiritual es el silencio y la oración genuina también brota del mismo. Los grandes descubrimientos se hicieron en soledad y silencio. Las sanaciones requieren del silencio y las vivencias más profundas del ser humano ocurren en él.

Con frecuencia las soluciones y respuestas que buscamos las hallamos en el silencio. ¿Quién no nos hemos tomado un descanso alguna vez y en ése momento descubrir la solución a un problema sobradamente escudriñado y analizado? La mente racional es capaz de analizar, clasificar, encasillar y demás, pero el silencio permite una sabiduría más penetrante, puede revelar una imagen de la realidad mucho más detallada y realista, y de un alcance mucho más profundo.

Hay numerosos ejemplos en la historia de personajes célebres – Arquímedes, Edison o Einstein – que hicieron sus descubrimientos cuando soltaron toda racionalización y se permitieron unos momentos de quietud. No obstante, el lenguaje nos ha seducido con su colorido con lo que hemos perdido en algo la capacidad de percibir la complejidad del mundo en el que estamos y la interdependencia que lo define.

Muchos sabios nos sugieren que cuando tengamos dudas y queremos aclararlas entremos en el silencio porque ahí hallaremos la respuesta. Con el silencio podemos hacer frente a nuestra neurosis, nuestros miedos, nuestra angustia y soledad, de modo que muchas veces es tan efectivo como una buena terapia. Las respuestas vienen y algo más allá de lo conocido se manifiesta. Dentro del mundo espiritual se dice que la realización humana es inefable y que la puerta para entrar en ella viene de vivenciar el silencio. “Realiza tu trabajo en el mundo pero internamente mantente en silencio, entonces todo vendrá a ti”, dice el maestro advaita Sri Nisargadatta Maharaj.

INTIMIDAD GENUINA 

La búsqueda primordial del hombre es el encuentro con los demás y los pensamientos alimentan el sentimiento de estar separados, y nos impiden la intimidad real. Las ideas nos hacen mantener una visión fija del otro que obstruye el contacto. No hay forma más fácil de cortar la comunicación que hablar sin escuchar. Y al mismo tiempo a menudo nos espanta quedarnos en silencio ante otra persona. Nos sentimos vulnerables e indefensos, y en esos momentos podemos ver claramente cuánto nos escondemos detrás de las palabras. Por otra parte, podemos observar que conforme aumenta el acercamiento entre dos personas que se aman sus palabras se van tornando superfluas, cuando hay una verdadera comunión entre los individuos predominan los momentos de silencio en los que basta gozar con la presencia del amor.

Cuando buscamos el silencio solemos aislarnos de los demás. Pero al mismo tiempo sentimos que es muy importante encontrar momentos donde comunicarnos, ser reconocidos y apreciados por otras personas. La paradoja es que los momentos en que más a gusto nos relacionamos y nos sentimos más satisfechos son los momentos de silencio. Una vez que dejamos de estar en el discurso mental el organismo está más presente, percibe más a quien tiene delante y se considera más parte de ello. Las funciones dormidas se despiertan. Es tremendo el valor que tiene el silencio y lo importante que es recuperarlo. No hay palabras para expresar la belleza de callar con el otro, caminar en silencio con alguien y estar presentes ambos.

APRENDER A LLEGAR AL SILENCIO 

Tradicionalmente los métodos para acallar la mente buscaban agotar el intelecto o aburrirlo mediante un acto repetitivo. Por ejemplo, en el budismo tibetano es común la repetición de un ejercicio físico o de unos sonidos (los mantras) miles de veces. El maestro místico Gurdjieff usaba como técnica pedir a sus alumnos que permanecieran inmóviles interrumpiendo lo que hacían en momentos escogidos al azar, lo que les ponía en situaciones tan irracionales y absurdas que la palabrería interna no podía elaborarlo. En el Zen, se usan los conocidos koan en los que se plantea una paradoja imposible de resolver racionalmente.

Una de las claves para hallar el silencio es hacerse consciente de la experiencia actual. Cuando nos paramos un instante a observar lo que sucede en el momento presente, más allá de cualquier insatisfacción, malestar o incomodidad, empezamos a atisbar el silencio. No obstante, lo habitual es que cuando nos hacemos conscientes queremos que algo cambie y sea diferente; de aquí viene el diálogo interno, que se convierte en un modo de llenar el vacío o el descontento. Si fuéramos capaces de aceptar el instante tal como se muestra y permanecer en paz, podríamos entrar en el silencio y así permitir que algo distinto surja.

Por otra parte, la mente es un torrente de pensamientos, imágenes y emociones en constante cambio. El simple intento de frenar la inercia de esta corriente interna a la larga no funciona. La clave es la atención; el silencio no puede existir sin ella. De forma que cuando uno quiere interrumpir el discurso interno tiene que saber estar atento y escuchar. Es preciso aprender a observar con aceptación y contentamiento para silenciar la mente. Prestar atención a los demás, al entorno y al organismo; y en ese estado advertir los propios sentimientos, los deseos, las necesidades y el ser que somos.

Nosotros mismos nos estimulamos y activamos. Lo cual es sano y positivo. Sin embargo, con frecuencia lo hacemos en demasía. Elsilencio empieza a vivenciarse en el momento en que nos percatamos de este exceso y empezamos a reducir la cantidad de estímulos a los que nos sometemos. Entonces, cuando con nuestra actitud dejamos de juzgarnos y cesamos de querer cambiar lo que surge, cuando soltamos y permanecemos plenamente presentes ante todo lo que aparece en nuestro interior, la consecuencia es el silencio y una mayor satisfacción y plenitud en la vida. Podemos caminar por la calle atentos, observando sin interpretar, sin dar explicaciones ni hacer comparaciones como si fuera la primera vez que lo hacemos, aceptando lo que surja y sin rechazar nada, soltando todo lo que aparezca, sea bueno o malo y confiando en el propio ser… Entonces, desde ahí, descubrimos que la vida entraña más calidad, más armonía y mayor paz.

PRÁCTICAS DE SILENCIO Y ATENCIÓN CONSCIENTE 

Busca un rato en el que sepas que nadie te va a interrumpir y siéntate en un lugar cómodo y tranquilo.

Cierra los ojos y observa tu respiración. Tal vez empieces con mucho interés y mantengas la atención por un tiempo, pero luego inconscientemente te aburrirá que no pase nada. Puedes que aparezca insatisfacción o te hagas consciente de algún malestar que arrastras.

Procura tomar consciencia de lo que sucede y vívelo. No trates de llenarlo con conceptos ni trates de huir de él con recuerdos o fantasías.

No reprimas los pensamientos ni te dejes arrastrar por ellos. Simplemente mantén el papel de observador.

Ahora, presta más atención y enfócate en el espacio en el que surgen los pensamientos.

Descubre que todo el diálogo interior surge del silencio eterno que hay en ti.

INTIMIDAD EN EL SILENCIO 

Siéntate frente a tu pareja. Cierra los ojos y respira profundamente varias veces.

Trata de encontrar tu equilibrio interior.

Ahora abre los ojos y mírale. Mientras vuestras miradas se encuentran, toma consciencia de los conceptos que tienes sobre ella/él. Reconoce tu tendencia a tratarle como un objeto de tu vida.

Trata de estar presente con cuerpo y alma en la presencia del otro como ser humano. Suelta todas las ideas que tienes acerca de ella/él.

Siente dentro de ti: “No tengo que hacer nada. No es el momento de cumplir con obligaciones o compromisos. No tengo que cumplir sus deseos ni él/ella tiene que cumplir las mías. No tengo que darle seguridad ni él/ella a mí. No tengo que darle afecto ni él/ella a mí. No tengo que intentar comprenderle ni él/ella a mí.”

Suelta todo y vive la comunicación que surge del silencio y el espacio del ahora.

VIVIR EL SILENCIO 

Reconoce cuanta energía empleas en pensar, verbalizar, explicar y definir lo que te encuentras. Es algo muy útil, pero también supone un enorme desgaste; es como tener un grifo abierto todo el tiempo.

Identifica esta energía y bájala al organismo. Llévala a tu piel, a tu cuerpo, a tus sentidos, a la consciencia que impregna todo tu ser.

Camina por la calle y actúa desde esto. Percibe el mundo desde tu organismo, sin interpretarlo, sin juzgarlo, sin verbalizar. Permítete captar también lo que no puede ser explicado con palabras.

¿Has intentado alguna vez saborear una melodía, oler la belleza o acariciar un perfume? ¿No es posible? Tal vez para tu mente racional, pero no para tu organismo.

MANTRAS: SONIDOS PARA EL SILENCIO 

Busca un momento en que sepas que puedes estar solo un rato. Puede ser caminando, sentado, conduciendo…

Trata de sentirte integrado en tu organismo. Si eres muy mental baja la atención al centro del estómago.

Encuentra el centro de gravedad dentro de tu cuerpo e imagina que de él emana un sonido. -Escucha más atentamente e imagina las sílabas del mantra OM MA NI PE ME HUM resonando en tu interior con un constante murmullo. Estas sílabas constituyen el mantra de la compasión universal y provienen del budismo tibetano.

Quédate unos minutos susurrando las sílabas y escuchando el sonido al mismo tiempo que te conectas con el silencio de donde emergen.

Leer el artículo

A través de una combinación única de prácticas de yoga, meditación, transformación personal y salud alternativa, te ayudamos a mejorar todo tu ser a nivel físico, emocional y espiritual. Para que alcances tu mayor potencial junto a miles de personas que sienten como tú.


Usa la misma cuenta y suscripción de Gaia para acceder desde tu navegador, tus dispositivos celulares y tu TV. Es más, puedes descargarte el contenido de Gaia para disfrutarlo offline.

Desktop, laptop, tablet, phone devices with Gaia content on screens
Apple icon iOS logo
Android icon logo
Chromecast circle icon logo
Roku logo
Amazon fire TV logo