Ornamentos del yoga 2: Los malas

Ornamentos del yoga 2: Los malas

Ornamentos del yoga 2: Los malas


By: Carla Sanchez  |  Nov. 15, 2016

El Mala es un collar de cuentas redondas talladas, anudadas por hilos y con un penacho en el punto de unión.

Su nombre completo en sánscrito es Yapa Mala, la palabra “yapa” quiere decir orar en voz baja, o murmurar oraciones. Es un elemento religioso que se utiliza para recitar mantras, o evocar el nombre de una deidad tanto en el hinduismo como en el budismo.

Principalmente se emplea madera de tulasi o sándalo para su fabricación, pero no es algo estricto y también los hay de maderas de otros árboles, en incluso materiales diferentes como las gemas, o las resinas.

Sus 108 cuentas están relacionadas con un juego matemático sobre la simbología sagrada en torno al número 3. Precisamente esta es la mayor diferencia con respecto a los Kuntis, el tipo de collar del que hablaba en mi primer post sobre ornamentos en el yoga, lo puedes leer aquí.

Los kuntis no tienen un número definido de piezas, estas no están talladas, solo se fabrican con el arbusto tulasi y no se reza con ellos, sino que tienen un valor sagrado por sí mismos y el hecho de llevarlos.

Por el contrario, el Mala viene a ser el equivalente a un rosario en el cristianismo. Cada cuenta lleva tallado uno de los 108 nombres del dios Visnú, creador, preservador y destructor del universo. Se emplea para entonar mantras u orar a un dios e, igual que el rosario, se va tocando una cuenta cada vez para pasar por las ciento ocho y marcar un orden; se empieza por la primera junto al penacho y se acaba en él.

En el Budismo los Malas se emplean con el mismo fin oratorio pero varían en estética, ya que las cuentas son de diferentes materiales, tienen tres divisiones claras marcadas por borlas más grandes y en lugar de penacho a veces hay una borla mayor seguida de otras más pequeñas que cuelgan. Pero sobre todo varía el significado; las 108 cuentas responden a diferentes interpretaciones relacionadas con aspectos de Buda.

Ahora es frecuente ver a profesores de yoga y a alumnos llevando Malas en las clases y como adorno en la vida diaria. Lo cierto es que son muy bonitos por sus variados diseños y colores, pero hay que tener presente que no es un abalorio común, sino una efectiva herramienta para la meditación.

Preferencias religiosas aparte, este rosario de Asia puede ser usado para la oración del mantra que más te guste, o rezos de cualquier tradición religiosa. Te ayudará a concentrarte y a mantener el foco mental en el sonido cada vez que necesites apaciguar tu mente y serenar tu alma.

Namaste.


 

Carla Sanchez

Profesora de yoga en aomm.tv y actriz. Practica yoga desde niña. El entusiasmo por la expresión y la conexión con el cuerpo son característica de su carácter. Recibe formación en Hatha yoga en la ‘Escuela Internacional’, y en Vinyasa Flow en Nueva York con ‘Evolation’


 



Cuestión de flexibilidad

Muchos alumnos que empiezan a hacer yoga me dicen el primer día de clase: – ¡no tengo ninguna flexibilidad!

También escucho comentarios similares en conversaciones con amigos a los que intento animar a probar. ¿Quién dijo que para hacer yoga hay que tener una condición flexible?

Ser una persona elástica no es un requisito indispensable para acercarse a esta disciplina en ninguna de sus versiones, quizá sea más bien un objetivo a perseguir y no el único.

En términos físicos, la elasticidad es la propiedad mecánica de músculos, ligamentos y tendones, que al recibir una fuerza aumentan su grado de extensibilidad, teniendo la capacidad de volver después a su longitud inicial. Es una capacidad física involuntaria, se nace con un grado de flexibilidad y con el paso de los años disminuye, o se pierde del todo si no se ejercita, igual que la fuerza o la resistencia. Todo trabajo físico equilibrado implica ejercitar las tres cualidades.

Cuando se empieza a hacer yoga en edad adulta comienza un trabajo de mantenimiento de la flexibilidad que se tiene, para empezar a recuperarla después progresivamente. Si realizas algún deporte este también condiciona el estado de tus músculos y se verá beneficiado.

Hay que aprender a no caer en la frustración si el proceso es lento, que por lo general lo es. Cada cuerpo es un universo y tiene ritmo propio, será un camino de largo recorrido, de trabajo constante, pero con grandes beneficios.

Lo importante es empezar a detectar los pequeños cambios que comienzan a producirse, ganar poco a poco terreno a la rigidez sin limitarnos mentalmente y aprender a escuchar a la musculatura.

Con frecuencia la verdadera flexibilidad que debemos trabajar está en nuestra actitud, porque ser flexibles es también algo mental. Realiza tu práctica con paciencia y cariño, sin forzar la máquina, disfrutando de la sensación de haber estado conectado contigo y de dar un pasito más lejos cada vez.

Te invito a realizar una de mis clases favoritas enfocada a flexibilizar las piernas, “El descanso del guerrero”; una práctica lenta y progresiva que te ayudará a liberar tensión en tren inferior, zona lumbar y a ganar elasticidad. ¡Que la disfrutes!

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