Toma el control de tus pensamientos

Toma el control de tus pensamientos
By: María González Santos | Aug. 29, 2016
Todos conocemos el poder que puede llegar a tener la mente sobre la persona, es tal esa fuerza, que en muchas ocasiones es ella la que nos llega a dominar, y tomando el control de muchos de nuestros actos.
Una buena práctica meditativa siempre nos ayudará a llevarla a nuestro terreno.
No importa la técnica que emplees, lo importante es enseñarle que tu eres quien decide, que hay veces que necesitas pensar y otras no.
Una cosa es tener pensamientos, y otra, es pensar de forma inteligente, como por ejemplo cuando tenemos que planear algún objetivo o tomar una decisión.
Muchas veces desearíamos librarnos de ciertos pensamientos que se repiten continuamente y no sabemos como hacerlo. Quizá sean recuerdos que no nos gusten, obsesiones, hábitos…
La mente siempre tiende a acumular, como si se tratase del disco duro de un ordenador. La meditación es una forma de formatearla, para que permanezca limpia y despejada.
Hay ciertas estrategias, que he comprobado personalmente, que te pueden ayudan a ser más consciente de todo el movimiento mental y de lo más importante, de saber pararlo.
– Concentración. Esfuérzate en estar presente, en todo lo que hagas, ya sea al realizar una postura de yoga como a la hora de limpiar una habitación.
– Respiración. Una respiración rápida agita la mente y una mente inquieta altera nuestra respiración. Al respirar de forma lenta y profunda la velocidad de tus pensamientos disminuirá.
– Enfocando la energía. Los pensamientos necesitan energía para coger fuerza, si no se la das desaparecerán. Al concentrar esa energía por medio de la atención, en pensamientos positivos dejarás que “mueran de hambre”. No dejes que se disparen.
“La mente puede convertirse en tu mejor amiga o en tu peor enemiga”
Namasté
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Felices 365 días del Buen Amor

La semana pasada estuve en la presentación del libro de Silvia Congost “Si duele, no es amor”. Allí sentada, barriguita redonda y vibrante al ritmo de mi pequeña, la mano en la mano de mi pareja, aprendices incansables deseando encontrar nuevas claves que nos ayuden a crecer y a construir.
“Pensad por un momento” – dijo Silvia – “en aquella persona que en vuestra vida sintáis que os ha amado de verdad de forma sana, en cómo actuaba, cómo transmitía ese amor, cómo os sentíais”… Ella no hablaba necesariamente de alguien del pasado aunque yo lo transcriba así, pero yo pensaba en mi abuelo que se fue de esta vida a mis 16… De pronto volví a ese amor templado y reconfortante como un tazón de leche, a la seguridad de su mano, a la ternura inmensa de su regazo, a la certeza de sentirme incondicionalmente amada, a la liberación de ser solo lo que yo soy, a la compasión, a la generosidad… Me vi en sus ojos floreciendo, regada por su risa, sostenida por su bondad e impulsada por su confianza. Amor Sano. Impensable que yo pudiese devolver con otra moneda a quien así me ama…
La realidad es que muchas veces ese amor se nos escurre como arena entre los dedos. Creemos amar bien y apenas sabemos cómo empezar a amarnos bien a nosotros mismos. En nuestro amor hay reproches, exigencias, afán por cambiar al otro, egoísmo, poca escucha, poca empatía y ni un ápice de compasión.
Vivimos añorando un amor de película, frustrados ante la realidad, insatisfechos y con el foco puesto en todo menos en lo que realmente significa amar.