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Qué son los chakras de la Tierra y dónde se ubican

Qué son los chakras de la Tierra y dónde se ubican

Los chakras de la Tierra son puntos geográficos donde se concentra y distribuye la energía planetaria. Actúan como centros de poder que influyen en los ecosistemas y en la conciencia humana. En este artículo exploramos qué son y dónde se ubican estos centros desde la perspectiva de Matías De Stefano, quien ofrece una interpretación integradora del mapa energético terrestre.

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La Tierra como un ser vivo con centros energéticos

La idea de que la Tierra es un organismo vivo no es nueva. Diversas culturas ancestrales ya la consideraban una entidad consciente, capaz de sentir, transformarse y evolucionar. Esta visión es compatible con una comprensión energética del planeta, en la que cada zona tiene una función específica dentro de un sistema mayor.

Bajo esta perspectiva, los continentes, cordilleras, ríos y océanos no son elementos aislados, sino partes interconectadas de un cuerpo en movimiento. Así como un sistema nervioso regula el funcionamiento del cuerpo humano, la Tierra también posee una red energética que mantiene el equilibrio entre los distintos elementos del planeta. Este sistema se activa o debilita según el estado de conciencia de quienes lo habitan.

Los chakras de la Tierra son puntos de alta concentración energética que regulan el flujo vital del planeta. A través de estos centros circulan impulsos que afectan tanto a los ecosistemas como a las sociedades humanas. Comprender la función de cada uno permite no solo honrar el territorio, sino también alinearse con una forma de vida más coherente con el entorno.

Chakras planetarios y chakras humanos: una conexión energética

La relación entre los chakras humanos y los de la Tierra no es simplemente simbólica. Ambos sistemas comparten una estructura de siete centros principales, cada uno asociado a una función específica: supervivencia, creatividad, identidad, amor, expresión, visión y conciencia superior. Esta correspondencia confirma que existe una resonancia directa entre el cuerpo humano y el cuerpo planetario.

Cuando una persona trabaja en su desarrollo interior, también influye en el campo energético colectivo. Del mismo modo, los cambios en los chakras del planeta repercuten en los estados emocionales y espirituales de las personas. Esta conexión se fortalece cuando se visita conscientemente alguno de estos centros energéticos o se participa en prácticas que los activan.

Habitar un territorio no es un hecho casual. Cada persona nace en una zona con una frecuencia energética determinada, que le ofrece aprendizajes y desafíos específicos. Conectar con el chakra correspondiente al lugar en el que se vive brinda claridad sobre el propósito personal y colectivo, además de fortalecer el vínculo con la Tierra.

Los 7 chakras principales de la Tierra

Al igual que el cuerpo humano, la Tierra tiene siete chakras principales que canalizan su energía vital. Cada uno de estos centros se manifiesta en un continente específico y cumple una función clave en la evolución planetaria. En esta sección exploramos la ubicación y el significado de estos chakras desde la perspectiva de Matías De Stefano, quien los desarrolla en la serie Iniciación: Viaje al origen del Universo, disponible en Gaia.

  • Primer chakra: África como centro raíz del planeta

El primer chakra de la Tierra se encuentra en África, considerado el punto de origen de la energía vital planetaria. Este centro raíz representa la conexión con la materia, la supervivencia y la memoria ancestral. África sostiene la base energética de la humanidad y es el punto desde donde comienza a fluir la kundalini terrestre.

  • Segundo chakra: Asia y Oceanía como centros de energía creativa

El segundo chakra está asociado a Asia y Oceanía, zonas que funcionan como centros de procesamiento creativo y emocional. Esta energía se vincula con el movimiento, la fertilidad, los vínculos y la expresión de la vida en su diversidad. En este punto, la energía se transforma y se divide, generando impulso y expansión.

  • Tercer chakra: Sudamérica como plexo solar y centro de identidad

Sudamérica representa el plexo solar del planeta, donde la energía adquiere conciencia de sí misma. Este chakra está relacionado con el reconocimiento del ser, la voluntad y el poder personal. Es un territorio clave para gestar una nueva identidad colectiva, basada en la conexión con la Tierra y el despertar espiritual.

  • Cuarto chakra: Europa como el corazón energético del planeta

Europa representa el corazón de la Tierra, el punto donde se concentran tanto la expansión cultural como los procesos de integración y conflicto. Este chakra está vinculado al amor, la empatía y la capacidad de conectar con otros desde lo humano. Desde Europa han emergido movimientos que impulsaron la libertad, la ciencia y la cooperación, así como estructuras que también impusieron dominación. Su energía muestra la dualidad del corazón: la potencia de unir o dividir.

  • Quinto chakra: Norteamérica como el canal de comunicación global

El quinto chakra del planeta se ubica en Norteamérica, y se relaciona con la expresión, la tecnología y la proyección hacia el exterior. Es el centro de la comunicación global, donde se gestan mensajes, narrativas e innovaciones que influyen en todo el mundo. A través de este punto, la energía planetaria se traduce en acción, palabra e impacto colectivo. También representa el desafío de encontrar una voz auténtica en medio del ruido global.

  • Sexto chakra: Andes y regiones andinas como tercer ojo planetario

El sexto chakra, asociado al tercer ojo, se manifiesta en los Andes y regiones andinas de Sudamérica. Esta zona es clave para activar la visión espiritual y la percepción profunda de la realidad. En este territorio se guarda la memoria ancestral y se cultivan saberes que conectan lo humano con lo sagrado. Es un centro de conciencia que invita a ver más allá de lo visible y a despertar una nueva forma de mirar el mundo.

  • Séptimo chakra: Antártida como conexión con lo divino

La Antártida es el séptimo chakra del planeta, el punto más elevado en la escala energética, donde se ancla la conexión con lo divino y la conciencia universal. Su aislamiento, pureza y silencio natural lo convierten en un espacio de integración con lo más sutil del cosmos. Es un territorio sin apropiación, sin población permanente, lo que refuerza su carácter de portal hacia lo trascendente. Allí, la energía no se expresa con forma, sino con presencia.

Vórtices, líneas ley y portales energéticos: el entramado oculto del planeta

Además de los chakras principales, el planeta está recorrido por una red sutil de energía formada por líneas ley y vórtices. Estas líneas son rutas invisibles que conectan puntos de alta vibración y se cruzan en zonas consideradas portales energéticos. A lo largo de la historia, muchas culturas construyeron templos, pirámides y centros ceremoniales sobre estos cruces, reconociendo intuitivamente su poder.

Los vórtices energéticos actúan como puntos de activación o amplificación de la energía terrestre. Se localizan en lugares donde confluyen múltiples líneas ley y donde la energía circula con mayor intensidad. Algunos son ampliamente conocidos, como Machu Picchu, Uluru o las pirámides de Giza, y suelen estar rodeados de fenómenos naturales o espirituales difíciles de explicar desde lo racional.

Los portales energéticos no sólo están ligados a la geografía física, sino también a la conciencia colectiva. Se activan cuando las personas interactúan con ellos desde la intención, el respeto y la conexión profunda. Estos puntos funcionan como puentes entre dimensiones, facilitando experiencias de transformación personal y colectiva, así como el acceso a información o estados de conciencia más elevados.

¿Por qué están cambiando los chakras de la Tierra?

Según Matías De Stefano, los chakras de la Tierra no son estáticos; están en proceso de reconfiguración debido a cambios en la frecuencia del planeta. La energía que circulaba por ciertas regiones se está desplazando para adaptarse a una nueva etapa evolutiva. Este reajuste está relacionado con el despertar de una conciencia global más alineada con la cooperación, la unidad y la regeneración.

El movimiento energético responde tanto a ciclos cósmicos como a acciones humanas. Cuando las personas toman conciencia del territorio que habitan y lo reconocen como parte de un todo, activan procesos de sanación y transformación que impactan directamente en la red energética planetaria. Así, lo que ocurre en un lugar específico puede tener efectos en otras partes del mundo.

Este cambio también implica una nueva forma de relación con la Tierra. En lugar de buscar controlar el entorno, la invitación es a escucharlo, sentirlo y colaborar con él. Comprender el desplazamiento de los chakras planetarios ayuda a alinearse con esta transición, tanto a nivel personal como colectivo.

Cómo conectarse con la energía de los chakras terrestres

Conectarse con los chakras de la Tierra no requiere viajar físicamente a cada uno de ellos, aunque visitarlos puede potenciar la experiencia. La clave está en desarrollar una relación consciente con el territorio que se habita: observar su geografía, reconocer su historia y sentir su vibración. Cada lugar tiene una frecuencia específica y ofrece una enseñanza particular.

Existen prácticas que facilitan esta conexión: meditaciones enfocadas, trabajo con sonido, danzas circulares, ceremonias con la Tierra y actos simbólicos de gratitud o reparación. Estas acciones no solo activan la energía del lugar, sino que también despiertan memorias internas que estaban dormidas. El simple hecho de poner atención y presencia en un sitio ya genera un impacto.

Matías De Stefano propone que cada persona descubra cuál es el rol energético de su territorio y cómo puede colaborar desde ahí con el proceso global. Este enfoque no parte de la obligación, sino del reconocimiento: al comprender la función del lugar que habitamos, podemos alinear nuestras acciones con el propósito colectivo del planeta. Así, la conexión con los chakras terrestres se convierte en una vía para el despertar de una nueva humanidad.



La historia de Mu, el continente perdido del Pacífico

Mu fue una antigua civilización que existió en una gran región del océano Pacífico, mucho antes de Lemuria o Atlantis. Según diversas tradiciones, se trató de una cultura profundamente conectada con las energías del planeta y con una forma de vida centrada en la conciencia y el equilibrio. En este artículo exploramos qué fue Mu, sus orígenes, evolución y su papel dentro del recorrido espiritual de la humanidad.

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¿Qué fue el continente de Mu?

Mu fue una gran extensión territorial ubicada en el océano Pacífico, donde floreció una de las civilizaciones más antiguas y menos comprendidas del planeta. Su existencia se remonta a una etapa en que la Tierra tenía una vibración mucho más sutil, y las formas de vida funcionaban en sincronía con las leyes energéticas del cosmos. En lugar de construir una sociedad basada en lo material, los habitantes de Mu cultivaban una conciencia profunda de su conexión con el todo.

Lejos de ser una cultura expansionista o tecnológicamente dominante, Mu representaba un modelo de civilización que valoraba el equilibrio, la introspección y la frecuencia vibratoria como pilares de su existencia. La vida cotidiana se organizaba en función de los ciclos naturales y de la percepción energética del entorno. Todo acto tenía una carga espiritual, desde los rituales hasta las tareas más simples, y cada acción era entendida como una forma de resonancia con el universo.

Esta civilización no ha dejado rastros físicos evidentes, pero su influencia persiste de manera sutil en relatos ancestrales, símbolos y enseñanzas espirituales que aparecen en diversas culturas del mundo. Las huellas de su sabiduría se reconocen en prácticas ceremoniales y conocimientos sobre energía que apuntan a una humanidad antigua, conectada con lo divino a través de la vibración y la intención.

Orígenes y evolución de Mu

Los orígenes de Mu se remontan a una etapa en la que la Tierra recién comenzaba a estabilizar su campo energético. Según distintos relatos, sus primeros habitantes no llegaron en naves ni por medios físicos, sino que descendieron como formas de conciencia desde planos más sutiles. Se manifestaron gradualmente, adaptando su existencia a medida que la vibración terrestre se volvía más densa.

En un comienzo, la vida en Mu era predominantemente etérica. Los seres que conformaban esta civilización se comunicaban mediante frecuencias, percibían el entorno de forma expandida y no necesitaban estructuras materiales complejas. La materia no era un límite, sino una herramienta transitoria. Con el tiempo, comenzaron a organizarse en torno a centros energéticos desde donde sostenían el equilibrio del planeta.

La evolución de Mu no estuvo enfocada en el desarrollo externo, sino en el refinamiento interior. Su propósito no era conquistar ni acumular poder, sino actuar como guardianes de una frecuencia estable que beneficiara a toda la humanidad. Su tecnología se basaba en la vibración, la geometría y la relación armónica con los elementos naturales. No construían para dominar, sino para amplificar la conciencia.

En la serie Iniciación: Viaje al origen del Universo, disponible en Gaia, se describe a Mu como una civilización clave en los comienzos de la historia humana. Allí se explica cómo esta cultura funcionó como un puente entre planos elevados de conciencia y la experiencia física, preparando el terreno para la aparición de civilizaciones como Lemuria y Atlantis.

La civilización de Mu y sus características principales

La civilización de Mu se desarrolló en un estado de equilibrio constante entre lo físico y lo sutil. Su forma de vida no estaba regida por estructuras de poder ni por jerarquías materiales, sino por la vibración colectiva y el respeto hacia los ciclos naturales. Todo en su sociedad respondía a una lógica energética, y su organización reflejaba un profundo conocimiento del flujo universal.

  • Conciencia vibracional: Los habitantes de Mu vivían guiados por la frecuencia energética del entorno. Todo acto era medido por su impacto vibracional, no por su resultado material.
  • Comunicación no verbal: La transmisión de información se daba a través de la vibración, la imagen mental o la sensación. El lenguaje hablado era secundario o inexistente.
  • Templos como nodos energéticos: Las estructuras no eran edificios comunes, sino centros de alineación con la red energética planetaria. Funcionaban como puntos de anclaje de conciencia.
  • Relación directa con los elementos: No solo veneraban la naturaleza, sino que interactuaban con ella de forma consciente. Agua, fuego, aire y tierra eran fuerzas vivas con las que colaboraban.
  • Organización horizontal: No había figuras de autoridad permanentes. Las decisiones eran tomadas por resonancia grupal, siguiendo la sabiduría del campo energético compartido.
  • Movilidad interdimensional: Algunos relatos indican que tenían la capacidad de desplazarse entre planos de realidad. No por medios tecnológicos, sino por expansión de conciencia.
  • Memoria colectiva: El conocimiento no se almacenaba en objetos o textos, sino en el campo vibratorio del grupo. Cada miembro podía acceder a la sabiduría común mediante conexión interna.

Sociedad espiritual y conexión con lo divino en Mu

La espiritualidad no era un aspecto aislado de la vida en Mu: era la base sobre la que se construía toda la experiencia. No existían religiones institucionalizadas ni intermediarios entre los seres y lo divino. Cada individuo era considerado una expresión directa de la conciencia universal, y la vida cotidiana era una práctica constante de conexión sagrada.

Los rituales no respondían a dogmas ni se realizaban por tradición, sino como actos conscientes de alineación energética. Todo tenía un propósito vibracional: desde las formas de habitar, hasta los sonidos y movimientos. A través de la respiración, la visualización y la intención, los habitantes de Mu cultivaban estados de unidad profunda con la creación.

Esta conexión con lo divino no era vivida como un objetivo lejano, sino como una realidad presente. Vivir en Mu era reconocer que cada pensamiento generaba forma, que cada acción era una extensión del espíritu, y que toda la materia era expresión de la energía. Esa comprensión guiaba cada aspecto de su civilización, en perfecta coherencia entre conciencia y forma.

Mu y Lemuria: similitudes y diferencias

Tanto Mu como Lemuria fueron civilizaciones profundamente espirituales, nacidas en un tiempo en que la humanidad estaba más conectada con las dimensiones sutiles de la existencia. Ambas compartían una visión del mundo basada en la energía, la resonancia y la armonía con la naturaleza. No obstante, su forma de vivir y su propósito tenían matices distintos que las diferenciaban.

Mu representaba un estado más etérico y contemplativo. Su sociedad estaba centrada en sostener una frecuencia planetaria estable, funcionando como un punto de equilibrio global. Lemuria, en cambio, fue una civilización más desarrollada a nivel estructural, con mayor interacción con otras culturas y un enfoque práctico en el uso de tecnologías vibracionales.

Mientras que Mu priorizaba el silencio, la interiorización y la sintonía con planos superiores, Lemuria se organizaba en ciudades y transmitía conocimientos a través de escuelas espirituales. Mu fue la base energética, Lemuria la expansión consciente. Ambas cumplieron un papel esencial en la evolución de la humanidad, pero desde distintos niveles del mismo camino.

La caída del continente perdido de Mu

La desaparición de Mu no fue el resultado de una guerra ni de un colapso interno, sino de un cambio en la vibración del planeta. A medida que la Tierra densificaba su campo energético, la civilización de Mu, cuya existencia estaba basada en frecuencias sutiles, comenzó a disolverse. La materia ganó protagonismo, y la conciencia que habitaba en ese plano no pudo sostenerse en las nuevas condiciones.

Se habla de movimientos tectónicos, maremotos y transformaciones geológicas que habrían alterado la superficie del océano Pacífico, haciendo que gran parte del territorio de Mu quedara sumergido. Sin embargo, más allá de las causas físicas, lo que se produjo fue una transición vibracional: una etapa de la conciencia humana se cerraba para dar paso a otra más material, con nuevas lecciones por integrar.

Antes de su disolución, muchos de sus habitantes lograron trasladarse a otras regiones del planeta, llevando consigo la semilla de su sabiduría. Su legado no fue destruido, sino distribuido. Fragmentos de esa memoria quedaron impresos en la energía de diferentes lugares, listos para ser despertados por culturas futuras que supieran reconocer esa frecuencia.

El legado de Mu en culturas ancestrales del mundo

Aunque la civilización de Mu desapareció como estructura organizada, su influencia sigue viva en distintas culturas ancestrales que conservan fragmentos de su conocimiento. En muchas tradiciones indígenas, especialmente de Asia, Oceanía y América, se encuentran símbolos, mitos y prácticas que reflejan una comprensión del mundo similar a la que se vivía en Mu. No se trata de una copia, sino de un eco vibracional que sigue transmitiendo su esencia.

El uso ceremonial de los elementos, la construcción de templos en puntos energéticos y la concepción del ser humano como canal de la energía universal son aspectos comunes entre estas culturas y la sabiduría de Mu. También la idea de que el conocimiento no se transmite solo con palabras, sino que puede activarse internamente por resonancia. Estas similitudes no son coincidencia: son vestigios de una misma fuente original.

En un mundo que valora la velocidad y la acumulación, la memoria de Mu nos invita a volver a lo esencial: la conexión con la energía que sostiene toda forma y la sabiduría de vivir en armonía con ella. No se trata de reconstruir el pasado, sino de recordar una forma de existencia donde lo espiritual y lo cotidiano no estaban separados. Mu nos deja una enseñanza silenciosa pero poderosa: cuando la vida se organiza desde la coherencia interna, el equilibrio no es un ideal lejano, sino una experiencia posible.

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