Despréndete de las etiquetas

Despréndete de las etiquetas
By: Noelia Quiroga | Dec. 10, 2015
Durante mucho tiempo he viajado por la vida con los bolsillos repletos de post-it de colores. Cuando me encontraba con alguien, sacaba uno de aquellos papelitos, escribía una palabra, y lo pegaba en su frente. Así, cada día, saludaba a “Simpático” en el portal, me cruzaba con “Estirada” en el café, trabajaba en la oficina con “Doña cotilla” y “Don amargado”, iba al cine con “Quejica” y “Cariñoso” y quedaba el fin de semana con “Gracioso” y “La Reina de la Fiesta”.
También adoraba etiquetar situaciones como “Horribles”, “Alegres”, “Tediosas”, “Chistosas”, “Tristes”…Tan pronto había puesto una etiqueta no había manera de cambiar esa situación. Los días lluviosos permanecían “Terribles” para siempre y los musicales eternamente “Soporíferos”. Igualmente, las situaciones positivas se volvían absolutas y sin matices.
Lo peor llegó una mañana cuando después de sacudir los rastros de sueño bajo el agua fría del lavabo, levanté mi rostro hacia el espejo y… ¡No logré verme reflejada en él!… El pánico me atenazó, ¿me habría convertido en Drácula?Pues no…(¡mala suerte!) Lo que ocurría es que Noelia había desaparecido detrás de cientos, miles, millones de post-it pegados sobre aquel espejo…
Tres cosas importantes y sencillas que aprendí:
1) En la vida no hay absolutos. Percibir el gran abanico de tonalidades que el mundo y las personas ponen ante nosotros nos flexibiliza.
2) Catalogar limita nuestras posibilidades y las de los demás. Dejamos de ser auténticos para convertirnos en actores interpretando un papel que nosotros mismos u otros nos han pegado en la frente.
3) El etiquetado nos mantiene en nuestra área de confort y anula el aprendizaje y desarrollo. Si todo y todos estamos en continua evolución ¿cuál es la lógica sobre la que se fundamenta el encasillamiento?
Pequeña ayuda:
– Islotes de paz: busca momentos para estar a solas contigo y aprender a descubrirte. Trata de permanecer en ese islote fuera de todo lo que no seas tú. Escúchate, siéntete, relájate, sueña, medita, libérate…
– Sorpréndete:dar por supuesto cierra puertas y genera pocas satisfacciones. Infantiliza tu mirada para redescubrir. Minimiza tus prejuicios hasta hacerlos desaparecer y cultiva la tolerancia y empatía.
– Utiliza la técnica de la contra-etiqueta: por cada “Malo”, “ Positivo”, “Tímido”, “Desastre”, “Hermoso”, etc. coloca un“ Bueno”, “Negativo”, “Extrovertido”, “Oportunidad” y “Horrible” entre otros. Comprueba que cientos de etiquetas diferentes podrían ser válidas para cada persona o acontecimiento dependiendo de nuestra visión, contexto, implicación, cultura… Ante la imposibilidad de etiquetar lo que podría multi-etiquetarse hasta el infinito, te desprenderás realmente de todas las etiquetas y le darás a la vida, a los demás y a ti mismo la oportunidad real de SER.
Gran abrazo de osa y ¡sonríe!
Los problemas no se resuelven

Uno de los grandes beneficios que aporta la práctica de mindfulness es que, al aquietar nuestra mente, progresivamente nos permite darnos cuenta de cómo funciona ésta. La observación del pensamiento poco a poco nos descubre un fenómeno asombroso: nuestra atención -el foco donde posamos nuestra consciencia- constituye una fuente de creación continua.
Nuestro cerebro, sin embargo, nos engaña al respecto. Se empeña en resolver determinados problemas o conflictos que percibimos como tales. Resulta fascinante observar esta paradoja mental: somos nosotros quienes creamos un problema al percibir una circunstancia como negativa, al emitir un juicio sobre lo que es bueno o malo. Por eso mismo, el mindfulness nos invita a abandonar los juicios, a contemplar la realidad sin emitir valoraciones subjetivas. A suspender las creencias para empezar a sentir el presente, en vez de pensarlo.
¿Qué sucede una vez emitimos un juicio negativo? Inmediatemente después de crear este supuesto problema, nuestro cerebro considera que debe dirigir toda su atención hacia dicho conflicto, con idea de resolverlo. Pero la atención concedida al problema lo único que consigue es perpetuarlo, pues lo crea en nuestra consciencia. Nos ofuscamos en dar vueltas y más vueltas a una circunstancia creyendo que hallaremos una solución futura, o especulando sobre lo que podría pasar, pero ese laberinto mental constituye la creación misma del problema.
Los problemas no se resuelven sino que se disuelven
Aseguran muchos sabios budistas que cuando nuestra atención se dirige hacia el presente, ese supuesto problema simplemente deja de existir en nuestra mente. ¡Se desvanece! Es muy simple entenderlo pero muy complejo ser consecuente con esta práctica, debido a que nuestro ego es ignorante y se resiste a silenciarse, cree que puede obtener las respuestas. Pero la rueda del conflicto proseguirá girando mientras intentemos resolverla, mientras le concedamos atención. Haz la prueba: concéntrate en sentir el presente y el malestar se disolverá.
David Bohm, un célebre físico cuántico que sostuvo numerosas conversaciones con el filósofo hindú Jiddu Krishnamurti, aludía a los mecanismos de nuestra mente de la siguiente manera:
“Realidad es aquello que tomamos por verdad. Tomamos por verdad aquello en lo que creemos. Lo que creemos se basa en nuestras percepciones. Lo que percibimos depende de lo que buscamos. Lo que buscamos depende de lo que pensamos. Lo que pensamos depende de lo que percibimos. Lo que percibimos determina lo que creemos. Lo que creemos determina lo que tomamos por verdad. Y lo que tomamos por verdad es nuestra realidad”.