Navidades conscientes
Navidades conscientes
Por: Cristina Herrero Puig | Dec. 29, 2013
En esta época del año la Navidad lo inunda todo. La iluminación en las calles, los villancicos en las tiendas, la carta a los Reyes Magos y la imaginación de los más pequeños volando entre renos de nariz roja, camellos venidos de Oriente y un montón de regalitos que de manera misteriosa llegarán hasta sus casas en el día señalado.
“Las navidades son para los niños” o “cuando se tienen niños, vuelve la ilusión en navidad”, en estos días es habitual escuchar cosas parecidas. ¿Porqué los adultos hemos perdido la ilusión por las navidades? ¿es que acaso no nos sentimos cómodos con la típica celebración en torno a una mesa repleta de manjares con los que se podría alimentar a tres familias? ¿o no estamos seguros de estar haciendo lo correcto al apabullar a los niños con tantos regalos?
En muchos casos, los adultos hemos olvidado qué celebramos en las navidades, cuál es el sentido y el origen de estas fiestas, y el famoso espíritu de la Navidad. O lo hemos olvidado, o ha dejado de interesarnos. Y desde nuestra amnesia, somos incapaces de transmitir a las siguientes generaciones una razón, un cierto sentido a esta celebración que a fuerza de tradición y costumbre se convierte en unos días en los que no hay colegio/trabajo, comemos mucho o demasiado y se produce un aluvión de regalos, algunos de los cuales no sobrevivirán al mes de febrero.
Démosle un sentido a la Navidad, pero nuestro propio sentido; algo que resuene en nuestro interior y sea consecuente con nuestra vida y nuestro sentir. Si la tradición cristiana te parece hermosa y tiene sentido para ti, adelante, pero no te quedes en la superficie y profundiza. Si por el contrario, no tiene ningún significado para ti, busca en otro lugar, en las tradiciones paganas antiguas. El solsticio de invierno marca el día más corto y la noche más larga del año. Las tinieblas reinan durante unas horas para poco a poco dar paso a la luz. A partir de entonces los días se van alargando lentamente. Despedir el año viejo y recibir al nuevo cargado de ilusiones y proyectos tal vez le dé dirección a tu celebración.
Lo importante es encontrar un sentido propio y un rumbo para salir del camino marcado a fuerza de pisarlo; proponer nuevas formas de celebración, nuevos espacios de comunicación, excursiones al campo, jornadas para compartir en familia, también tiempos de soledad e interiorización. Compartir tiempo, regalar atención personalizada, regalos manufacturados a los que imprimir nuestro cariño y sello personal, y de paso salir del consumismo exacerbado que nos llega por todos los medios. La Navidad puede ser una época perfecta para poner en práctica algunos de los yamas y niyamas de la filosofía yóguica:
Ahimsa: no violencia.
Podemos tratar de relacionarnos desde el amor, siendo más pacientes, comprensivos y empáticos con el otro. Abstenernos de comer carne y optar por alimentos de origen vegetal.
Aparigraha: no codiciar o acaparar.
Buen momento para hacer limpieza en los armarios, regalar los juguetes que nos se usan y dar a la beneficencia lo que ya no necesitamos. Tampoco acaparar la atención ni el tiempo de otros, dejando que cada cual sea dueño de sí mismo.
Santosa y tapas: contentamiento y austeridad.
Contentamiento con lo que se tiene y se es, sin caer en el consumismo exacerbado para buscar fuera lo que no encontramos en nuestro interior. Es difícil ser austero en estas fechas, pero necesario recordarlo debido al derroche del que solemos hacer gala en cuanto a gastos innecesarios.
Svadhyaya: estudio del sí mismo.
Tendemos a relacionarnos mucho con el exterior en navidades: salimos, nos reunimos, compramos, hacemos… cuando en realidad, lo que el ciclo de la naturaleza marca en esta época es el retraimiento, la concentración y el recogimiento. La Navidad es una muy buena fecha para hacer ese retiro de meditación pendiente, o simplemente dedicarle un poco más de tiempo y atención a nuestra práctica.
¡Felices y conscientes navidades!
Yoga en el embarazo
Cuando una mujer vive el maravilloso proceso de gestar a un hijo, también debe atravesar nueve meses caracterizados por profundos cambios, gran maduración y una fuerte inestabilidad emocional. Una persona adulta sana, nunca está sujeta a tantos cambios como durante el embarazo.
La práctica del yoga prenatal ayuda a la mujer a encontrar bienestar físico, mental y emocional para disfrutar del embarazo, llevar adelante una gestación saludable y conseguir un parto natural y activo. Además, se logra una mejor y más rápida recuperación posparto, lo que promueve la lactancia materna prolongada.
Si la mujer tiene la oportunidad de participar de clases grupales, el trabajo individual se enriquece con el intercambio de experiencias que se ponen en común después de clase, habilitando un espacio de encuentro para compartir información, disipar temores y calmar ansiedades. El simple acto de tomarse de las manos, ancla un presente de conexión entre las abuelas ancestrales, nuestras madres, mujeres, hermanas y la mujer que deviene en madre.
El yoga ayuda a generar conciencia profunda del cuerpo y los cambios sucedidos en él, lograr fortalecimiento y flexibilidad muscular para soportar el incremento de peso, aliviar tensiones en todo el cuerpo, especialmente en la zona lumbar, centralizar la pelvis evitando el incremento de la lordosis y otorgar conciencia de la pelvis, el útero y el canal de parto. Además promueve el contacto con otras mujeres embarazadas, lo que ayuda a disminuir la ansiedad, los miedos y dudas con respecto a las etapas del embarazo y la planificación del parto.
Finalmente, después del nacimiento, las clases post parto para mamás con sus bebés son una excelente opción para que la mujer pueda seguir contando con ese espacio de práctica física y espiritual sin alejarse del bebé. Estas clases están orientadas a aliviar tensiones, recuperar el suelo pélvico y encontrar equilibrio emocional a través de la respiración consciente que ayuda a alejar el cansancio y promueve una pronta recuperación post parto.