¿Qué es Earthing? Pon los pies en la tierra y eleva tu animo
Lo más probable es que ya hayas probado el Earthing (también conocido como grounding), lo supieras o no. Ya sabes, estabas paseando por la playa o sentado en el jardín de tu casa y decidiste que era el momento de descalzarte. Hundir los pies en la hierba caliente o en la arena es una sensación muy agradable, ¿verdad? Resulta que hay una razón para ello, y es algo más que un momento de paz. También es beneficioso para la salud.
Ya tienes la idea básica de Earthing, pero entrando en detalles, se define como la práctica de obtener las propiedades curativas de la Tierra mediante el simple acto de tocarla. Puede que seas un poco escéptico, pero la buena noticia es que hay médicos que lo respaldan, como la doctora Laura Koniver, de Summerville, Carolina del Sur.
Para entender los beneficios para la salud, dice la Dra. Koniver, también debemos entender los radicales libres. Probablemente hayas oído hablar de ellos como algo contra lo que hay que proteger el cuerpo, y has dado en el clavo. Los radicales libres son átomos, moléculas o iones altamente reactivos que tienen electrones no acoplados. Los radicales libres están “íntimamente conectados con la inflamación”, y ésta se relaciona con el cáncer, las cardiopatías, la disfunción inmunitaria, el envejecimiento y el deterioro cognitivo. El Dr. Koniver explica: “Utilizar el cuerpo de cualquier forma, manera o manera puede crear inflamación, así que incluso durante algo saludable como el yoga, donde estamos estirando y creando desgarros microscópicos en los músculos, seguimos acumulando radicales libres”.
Es bastante inevitable, pero también es lo que ocurre al vivir en nuestra tierra. Es natural y normal, pero también hay que combatirlo activamente, ya que los radicales libres dañan nuestro organismo. El método más común y comentado son los antioxidantes, que neutralizan el daño. Sin embargo, Koniver mantiene que Earthing es la mejor práctica, y que consumir antioxidantes es “definitivamente una gota en el cubo comparado con lo que Earthing puede hacer”.
La ciencia detrás de Earthing es simple. Según el Dr. Koniver, los radicales libres que acumulamos a lo largo del día están cargados positivamente, y la superficie de la Tierra está cargada negativamente.
“Es algo simbiótico”, añade la Dra. Koniver. Afirma que si podemos obtener vitamina D del sol y oxígeno de los árboles, también podemos obtener electrones curativos de la tierra. En palabras de la Dra. Koniver, “estamos destinados a acumular radicales libres e inflamación por la forma en que vivimos nuestras vidas, y la Tierra es nuestra base de operaciones”.
Lista de beneficios para la salud:
- Reducción de la inflamación mediante la desactivación del exceso de electrones positivos
- Reducción del dolor crónico
- Mejora del sueño
- Aumento de la energía
- Disminución del estrés y fomento de la calma mediante la reducción de las hormonas del estrés
- Normalización de los ritmos biológicos, incluido el ritmo circadiano
- Mejora de la presión arterial y el flujo sanguíneo
- Alivio de la tensión muscular y el dolor de cabeza
- Disminución de los síntomas menstruales y hormonales femeninos
- Favorece la cicatrización: en algunos lugares se utiliza para prevenir las úlceras de decúbito.
- Reduce el desfase horario
- Protección del cuerpo frente a los CEM
- Reducción del tiempo de recuperación tras una lesión o actividad deportiva
- Reducción o eliminación de los ronquidos
- Favorece la salud suprarrenal
- Pérdida de peso
Iniciarse en Earthing también es algo extremadamente fácil. Es gratis. Se puede practicar casi en cualquier lugar. Las instrucciones son sencillas. Sólo tienes que quitarte los zapatos, para asegurarte de que tienes exposición a la propia tierra. También puedes llevar calcetines si quieres. Koniver asegura que seguirás obteniendo la transferencia de electrones necesaria para obtener los beneficios.
Esta transferencia, según Koniver, también puede realizarse a través de cualquier punto del cuerpo, siempre que esa parte del cuerpo esté en contacto directo con el suelo. Así que siempre puedes echarte una siesta en un campo soleado, ¡y considerarlo un beneficio para la salud! ¿No es increíble?
De nuevo, Earthing puede practicarse en casi cualquier lugar, pero el Dr. Koniver señala que algunos lugares son mejores que otros. “Para mí, si la hierba sana crece en el exterior sobre una capa de tierra, está conectada a la corteza terrestre, y eso es todo lo que necesita”, dice Koniver. Las playas encabezan la lista, ya que la humedad del suelo actúa como conductor, pero la hierba, la arena, la roca, la tierra, el suelo, todos aportan también beneficios para la salud.
Incluso el hormigón colocado sobre la corteza terrestre puede servir, aunque no es lo mejor. “El hormigón actúa como un semiconductor”, dice Koniver, “así que si vives en una ciudad sin acceso real a la naturaleza, puedes trazar un pequeño parche y quitarte los zapatos”.
Otra buena noticia sobre Earthing es que no existe en absoluto el exceso. Según Konniver, el cuerpo puede beneficiarse de unos pocos minutos, aunque 10 al día es el mínimo ideal. Konniver está convencida de que hay que caminar descalzo tanto como sea posible, ya sea para ir a recoger el correo o para dar una vuelta rápida a la manzana.
En conclusión, es importante señalar que no hay estudios actuales que prueben definitivamente que Earthing tiene un impacto importante en la vida humana. Algunos críticos lo llaman efecto placebo y nada más. Sin embargo, salir a la naturaleza, tomar un poco el sol y mover un poco más el cuerpo durante el día no puede ser algo malo para usted. Así que no hay nada que temer si quieres probar esta práctica. Después de todo, todo lo que tienes que hacer es quitarte los zapatos y hundir los dedos de los pies en la bondad de la tierra. ¡Ahhhh!
7 prácticas simples para conectar con la naturaleza
La vida moderna nos mantiene en espacios cerrados, rodeados de pantallas y desconectados del mundo natural. Sin darnos cuenta, nos hemos acostumbrado a un estilo de vida que nos aleja de aquello que fortalece nuestra conexión con lo esencial. En este artículo exploramos por qué es importante recuperar nuestra conexión con lo natural y te compartimos prácticas sencillas para hacerlo de forma auténtica.
Tabla de Contenidos
- La importancia de conectar con la naturaleza
- El momento en que nos alejamos de la Tierra y sus consecuencias
- Obstáculos modernos que dificultan la conexión con la naturaleza
- 7 maneras de conectar con la naturaleza
- Naturaleza y espiritualidad: una relación ancestral
La importancia de conectar con la naturaleza
No necesitamos subir una montaña para sentir los efectos de estar en contacto con el mundo natural. Basta con caminar entre árboles, respirar aire puro o escuchar el sonido del agua para que algo en nosotros comience a cambiar. El cuerpo se relaja, la mente se aquieta y el sistema nervioso responde con una sensación de descanso profundo.
Esta conexión activa un recuerdo interno: que somos parte de un todo más amplio, vivo y consciente. El entorno natural no solo sostiene la vida, también transmite una inteligencia silenciosa que nos orienta y transforma. Cuando nos abrimos a esa experiencia, se despierta una comprensión que va más allá de las palabras.
Varios estudios científicos han demostrado que pasar tiempo en la naturaleza mejora el estado de ánimo, la calidad del sueño y la concentración. Pero más allá de los beneficios mensurables, lo esencial es el cambio sutil que se produce cuando dejamos de observar la Tierra como un recurso externo y comenzamos a percibirla como una presencia con la que podemos relacionarnos. Esa transformación interior es lo que convierte a un paseo por la naturaleza en un acto de conexión espiritual.
El conocimiento ancestral siempre ha sostenido que la naturaleza está viva y es consciente, y hoy la ciencia empieza a respaldar esa visión. En la serie Ciencia Sagrada, disponible en Gaia, el episodio “Susurros de la Tierra” explora investigaciones que revelan cómo las plantas perciben, responden y se comunican de formas que desafían nuestras creencias tradicionales. Estos hallazgos nos invitan a mirar el mundo vegetal no como algo pasivo, sino como una inteligencia activa con la que podemos relacionarnos.
El momento en que nos alejamos de la Tierra y sus consecuencias
La desconexión con la naturaleza no ocurrió de forma repentina, sino progresiva. A medida que las sociedades se industrializaron, la vida se concentró en ciudades, fábricas y oficinas, lejos de los ciclos naturales. Este alejamiento físico fue acompañado por una pérdida simbólica: dejamos de ver a la Tierra como un ser vivo y comenzamos a tratarla como un recurso.
Este cambio de percepción trajo consecuencias profundas. Al romper el vínculo con los ritmos del planeta, también perdimos contacto con nuestros propios ritmos internos. El estrés crónico, la ansiedad y el vacío existencial se han convertido en síntomas comunes de un estilo de vida que gira en torno al rendimiento, pero olvida lo esencial: la conexión con lo que nos sostiene.
Más allá de la salud individual, esta desconexión ha alimentado una crisis ecológica global. La degradación de ecosistemas, la pérdida de biodiversidad y el colapso climático reflejan una visión del mundo fragmentada. Sin embargo, al reconectar con la naturaleza no solo sanamos como individuos, sino que también restauramos una relación sagrada y necesaria con el planeta que habitamos.
Obstáculos modernos que dificultan la conexión con la naturaleza
Aunque muchas personas desean reconectar con la naturaleza, hay condicionamientos actuales que lo dificultan más de lo que parece. No se trata solo de falta de tiempo o acceso a espacios verdes, sino de una forma de vida que ha reducido nuestra sensibilidad hacia lo natural. Para recuperar ese vínculo, es necesario reconocer primero qué lo interfiere.
Uno de los mayores obstáculos es la pérdida del contacto directo con los elementos esenciales de la vida. Muchas personas han dejado de tocar la tierra, de observar el cielo o de notar los cambios de estación. Este distanciamiento no solo limita la experiencia sensorial, sino también la percepción espiritual de estar integrados en un todo.
También influye una visión utilitaria de la naturaleza, en la que solo se valora lo que puede producir o servir. Esta mirada fragmenta la relación con el entorno y debilita el sentido de respeto y reciprocidad. Cuando la Tierra es vista como un objeto, desaparece la posibilidad de vínculo auténtico.

7 maneras de conectar con la naturaleza
Conectar con la naturaleza no requiere grandes gestos ni salir del entorno en el que vivimos. A menudo, basta con prestar atención, abrir los sentidos y cultivar prácticas que despierten una relación más íntima con el mundo natural. Aquí te compartimos siete maneras simples y efectivas de empezar:
- Caminar descalzo sobre la tierra: Este contacto directo con el suelo activa centros energéticos y regula el sistema nervioso. Al sentir la textura de la tierra bajo los pies, el cuerpo se enraiza y se aquieta.
- Observar el cielo cada día: Detenerse unos minutos para mirar el cielo, sus colores o el movimiento de las nubes, reconecta con el ritmo natural. Esta práctica amplía la conciencia y nos ayuda a soltar tensiones mentales.
- Cultivar una planta: Cuidar un ser vivo vegetal permite presenciar el proceso de crecimiento desde la raíz. Esta relación cotidiana despierta paciencia, presencia y sensibilidad.
- Escuchar los sonidos naturales: En lugar de llenar el silencio con estímulos artificiales, abrir el oído a los sonidos del viento, las aves o el agua armoniza el sistema emocional. Escuchar con atención fortalece el vínculo con el entorno.
- Practicar meditación al aire libre: La quietud de un entorno natural potencia los estados de atención plena. El campo energético del lugar se convierte en un aliado para profundizar la experiencia interior.
- Pasar tiempo sin dispositivos electrónicos: Alejarse de las pantallas durante un paseo o una actividad al aire libre permite una conexión más genuina con lo que sucede. La presencia sin distracciones mejora la percepción sensorial.
- Agradecer conscientemente a la Tierra: Tomarse un momento para ofrecer gratitud —mental o verbalmente— fortalece el lazo espiritual con el planeta. Este gesto sencillo transforma la relación utilitaria con la naturaleza en un vínculo sagrado.
Naturaleza y espiritualidad: una relación ancestral
Desde tiempos antiguos, la naturaleza ha sido reconocida como una fuente directa de sabiduría espiritual. Culturas indígenas, tradiciones chamánicas y caminos místicos de distintas partes del mundo han considerado a los ríos, montañas, árboles y animales como seres con alma, portadores de mensajes y guardianes de conocimiento. Esta visión no es simbólica: es una experiencia viva de comunión con el espíritu de la Tierra, basada en la percepción de que todo lo que existe tiene una conciencia y un propósito dentro del orden natural.
En muchas cosmovisiones ancestrales no existía una separación entre lo natural y lo sagrado. La vida espiritual no se limitaba a templos o prácticas específicas, sino que se expresaba en el modo de habitar el mundo. Cada elemento tenía un espíritu, y cada ciclo —el del sol, la luna, las estaciones— era parte de un entramado sagrado que guiaba los rituales, las decisiones y el modo de vivir. El ser humano no era el centro, sino una parte del todo, en equilibrio con las demás formas de vida.
Los rituales eran una forma de diálogo con el entorno. Acciones como encender un fuego, cantar al amanecer u ofrecer alimento a la tierra no eran gestos simbólicos, sino formas reales de establecer un vínculo con las fuerzas vivas que habitan el mundo natural. Vivir así no era un acto religioso institucionalizado, sino una espiritualidad encarnada, profundamente conectada con la tierra, el cuerpo y los ciclos del tiempo. Recuperar esta forma de mirar el mundo no requiere copiar formas antiguas, sino restaurar una sensibilidad que sigue viva en nuestro interior.
Hoy, al reconectar con la naturaleza, no solo sanamos a nivel personal: también honramos un linaje espiritual que ha sido olvidado por la modernidad. La Tierra sigue hablando, sigue enseñando, y espera que escuchemos con humildad. Cada paseo consciente, cada silencio en el bosque, cada gesto de gratitud es una forma de recordar que no estamos separados, que pertenecemos a esta red viva y consciente.
Al volver a mirar con ojos abiertos el mundo natural, recordamos que estamos hechos del mismo aliento que anima a todos los seres vivos. Esta memoria no es solo biológica, es espiritual: un saber profundo que nos invita a vivir con más presencia, más respeto y más armonía. En esa reconexión silenciosa con la Tierra, descubrimos que lo sagrado no está lejos, sino aquí, presente en todo lo que respira.