5 Sencillos hábitos que cambiarán tu vida

5 Sencillos hábitos que cambiarán tu vida

5 Sencillos hábitos que cambiarán tu vida


By: Olga Castañeda  |  May. 25, 2015

Hoy queremos proponeros 5 sencillos hábitos que cambiarán tu vida, pequeñas cosas que podemos hacer  en nuestro día a día, con el fin de romper con los viejas rutinas que nos puedan atrapar en patrones de pensamiento negativos.

Hace un tiempo os hablábamos de pequeñas prácticas informales en nuestro día a día para desarrollar esta capacidad de estar atento en el momento presente , como cuando fregamos los platos, nos cepillamos los dientes, hacemos la cama… rutinas, en las que en vez de estar con el ‘piloto automático’ puesto y realizarlas como un robot, nos hacen estar más presentes, con nuestro cuerpo y mente focalizados, generando una gran estado de serenidad y estabilidad física y mental.

Muchas veces, cuando nos vemos atrapados por las circunstancias de la vida, cuando nos parece que todo lo que acontece a nuestro alrededor es hostil y frustrante, cuando nos sentimos incapaces de tomar las riendas de nuestro propio camino, creemos que se trata de un estado que va a durar para siempre.

Pero lo cierto, es que todo es pasajero: los pensamientos, las emociones, las sensaciones corporales… todo a nuestro alrededor está en constante cambio, nada permanece igual, momento a momento.

Sin embargo, sí hay algo en lo que nosotros podemos tomar partido: en estar presentes, ser conscientes de que todas las experiencias, buenas o malas, agradables o desagradables, suceden aquí y ahora.

Estos son los 5 pequeños hábitos que cambiarán tu vida:

1º CAMBIAR DE SILLA

Tomar la decisión consciente de cambiar de sitio o de posición que normalmente utilizamos, por ejemplo: en las reuniones del trabajo, en la clase de yoga o de pilates, en el autobús, en la mesa para comer con la familia…

2º EJERCICIO DE GRATITUD CON CINCO DEDOS

Cada mañana al levantarnos, enumerar cinco aspectos de nuestra vida por el que estamos agradecidos, por ejemplo: por haber descansado en una cama cómoda, por poder despertar un nuevo día bajo un techo, por tener un trabajo al que dirigirnos, por la familia con la que vamos a compartir un nuevo día… todo lo que se nos ocurra. Eso sí, cinco cosas diferentes cada día… Puede que al cabo del tiempo te repitas, pero no lo olvidarás.

3º UN BUEN ESTIRAMIENTO, LA CURA DE MUCHOS MALES

Al levantarnos nuestro cuerpo puede haberse quedado un poco agarrotado, después de las largas horas en la cama. Nada mejor que hacer cinco minutos de estiramientos de columna, por ejemplo: con dos o tres vueltas del ‘Saludo al sol’, con la postura del gato-vaca, con la postura del árbol (vrksasana) para preparar la mente al nuevo día…

4º DESAYUNO CON TIEMPO, ALIMENTA MÁS

Las prisas no son amigas de las buenas digestiones ni de las mentes serenas, así que levántate con un poco de tiempo para poder disfrutar de la tranquilidad de los primeros momentos del día.

5º ¡A PASEAR!

En Aomm.tv hemos hecho referencia en muchas ocasiones a las bondades de un buen paseo, sin destino ni tiempo. El objetivo es caminar prestando atención a lo que vemos, escuchamos, olemos… Grandes filósofos han usado el paseo como una poderosa herramienta en la que desarrollar su creatividad.

Esperamos que estos sencillos hábitos os resulten inspiradores para incluir en nuestras vidas. Contadnos qué pequeños hábitos habéis introducido en las vuestras que os han hecho sentir mejor.
Os esperamos en Aomm.tv


 

Olga Castañeda

Profesora de pilates, yoga y meditación. Nutricionista. Los verdaderos valores para una vida plena residen dentro de ti. Que tu alimento sea tu medicina y tu mente la puerta al autoconocimiento y la felicidad.


 



7 prácticas simples para conectar con la naturaleza

La vida moderna nos mantiene en espacios cerrados, rodeados de pantallas y desconectados del mundo natural. Sin darnos cuenta, nos hemos acostumbrado a un estilo de vida que nos aleja de aquello que fortalece nuestra conexión con lo esencial. En este artículo exploramos por qué es importante recuperar nuestra conexión con lo natural y te compartimos prácticas sencillas para hacerlo de forma auténtica.

Tabla de Contenidos

La importancia de conectar con la naturaleza

No necesitamos subir una montaña para sentir los efectos de estar en contacto con el mundo natural. Basta con caminar entre árboles, respirar aire puro o escuchar el sonido del agua para que algo en nosotros comience a cambiar. El cuerpo se relaja, la mente se aquieta y el sistema nervioso responde con una sensación de descanso profundo.

Esta conexión activa un recuerdo interno: que somos parte de un todo más amplio, vivo y consciente. El entorno natural no solo sostiene la vida, también transmite una inteligencia silenciosa que nos orienta y transforma. Cuando nos abrimos a esa experiencia, se despierta una comprensión que va más allá de las palabras.

Varios estudios científicos han demostrado que pasar tiempo en la naturaleza mejora el estado de ánimo, la calidad del sueño y la concentración. Pero más allá de los beneficios mensurables, lo esencial es el cambio sutil que se produce cuando dejamos de observar la Tierra como un recurso externo y comenzamos a percibirla como una presencia con la que podemos relacionarnos. Esa transformación interior es lo que convierte a un paseo por la naturaleza en un acto de conexión espiritual.

El conocimiento ancestral siempre ha sostenido que la naturaleza está viva y es consciente, y hoy la ciencia empieza a respaldar esa visión. En la serie Ciencia Sagrada, disponible en Gaia, el episodio “Susurros de la Tierra” explora investigaciones que revelan cómo las plantas perciben, responden y se comunican de formas que desafían nuestras creencias tradicionales. Estos hallazgos nos invitan a mirar el mundo vegetal no como algo pasivo, sino como una inteligencia activa con la que podemos relacionarnos.

El momento en que nos alejamos de la Tierra y sus consecuencias

La desconexión con la naturaleza no ocurrió de forma repentina, sino progresiva. A medida que las sociedades se industrializaron, la vida se concentró en ciudades, fábricas y oficinas, lejos de los ciclos naturales. Este alejamiento físico fue acompañado por una pérdida simbólica: dejamos de ver a la Tierra como un ser vivo y comenzamos a tratarla como un recurso.

Este cambio de percepción trajo consecuencias profundas. Al romper el vínculo con los ritmos del planeta, también perdimos contacto con nuestros propios ritmos internos. El estrés crónico, la ansiedad y el vacío existencial se han convertido en síntomas comunes de un estilo de vida que gira en torno al rendimiento, pero olvida lo esencial: la conexión con lo que nos sostiene.

Más allá de la salud individual, esta desconexión ha alimentado una crisis ecológica global. La degradación de ecosistemas, la pérdida de biodiversidad y el colapso climático reflejan una visión del mundo fragmentada. Sin embargo, al reconectar con la naturaleza no solo sanamos como individuos, sino que también restauramos una relación sagrada y necesaria con el planeta que habitamos.

Obstáculos modernos que dificultan la conexión con la naturaleza

Aunque muchas personas desean reconectar con la naturaleza, hay condicionamientos actuales que lo dificultan más de lo que parece. No se trata solo de falta de tiempo o acceso a espacios verdes, sino de una forma de vida que ha reducido nuestra sensibilidad hacia lo natural. Para recuperar ese vínculo, es necesario reconocer primero qué lo interfiere.

Uno de los mayores obstáculos es la pérdida del contacto directo con los elementos esenciales de la vida. Muchas personas han dejado de tocar la tierra, de observar el cielo o de notar los cambios de estación. Este distanciamiento no solo limita la experiencia sensorial, sino también la percepción espiritual de estar integrados en un todo.

También influye una visión utilitaria de la naturaleza, en la que solo se valora lo que puede producir o servir. Esta mirada fragmenta la relación con el entorno y debilita el sentido de respeto y reciprocidad. Cuando la Tierra es vista como un objeto, desaparece la posibilidad de vínculo auténtico.

Quinta Dimension

7 maneras de conectar con la naturaleza

Conectar con la naturaleza no requiere grandes gestos ni salir del entorno en el que vivimos. A menudo, basta con prestar atención, abrir los sentidos y cultivar prácticas que despierten una relación más íntima con el mundo natural. Aquí te compartimos siete maneras simples y efectivas de empezar:

  • Caminar descalzo sobre la tierra: Este contacto directo con el suelo activa centros energéticos y regula el sistema nervioso. Al sentir la textura de la tierra bajo los pies, el cuerpo se enraiza y se aquieta.
  • Observar el cielo cada día: Detenerse unos minutos para mirar el cielo, sus colores o el movimiento de las nubes, reconecta con el ritmo natural. Esta práctica amplía la conciencia y nos ayuda a soltar tensiones mentales.
  • Cultivar una planta: Cuidar un ser vivo vegetal permite presenciar el proceso de crecimiento desde la raíz. Esta relación cotidiana despierta paciencia, presencia y sensibilidad.
  • Escuchar los sonidos naturales: En lugar de llenar el silencio con estímulos artificiales, abrir el oído a los sonidos del viento, las aves o el agua armoniza el sistema emocional. Escuchar con atención fortalece el vínculo con el entorno.
  • Practicar meditación al aire libre: La quietud de un entorno natural potencia los estados de atención plena. El campo energético del lugar se convierte en un aliado para profundizar la experiencia interior.
  • Pasar tiempo sin dispositivos electrónicos: Alejarse de las pantallas durante un paseo o una actividad al aire libre permite una conexión más genuina con lo que sucede. La presencia sin distracciones mejora la percepción sensorial.
  • Agradecer conscientemente a la Tierra: Tomarse un momento para ofrecer gratitud —mental o verbalmente— fortalece el lazo espiritual con el planeta. Este gesto sencillo transforma la relación utilitaria con la naturaleza en un vínculo sagrado.

Naturaleza y espiritualidad: una relación ancestral

Desde tiempos antiguos, la naturaleza ha sido reconocida como una fuente directa de sabiduría espiritual. Culturas indígenas, tradiciones chamánicas y caminos místicos de distintas partes del mundo han considerado a los ríos, montañas, árboles y animales como seres con alma, portadores de mensajes y guardianes de conocimiento. Esta visión no es simbólica: es una experiencia viva de comunión con el espíritu de la Tierra, basada en la percepción de que todo lo que existe tiene una conciencia y un propósito dentro del orden natural.

En muchas cosmovisiones ancestrales no existía una separación entre lo natural y lo sagrado. La vida espiritual no se limitaba a templos o prácticas específicas, sino que se expresaba en el modo de habitar el mundo. Cada elemento tenía un espíritu, y cada ciclo —el del sol, la luna, las estaciones— era parte de un entramado sagrado que guiaba los rituales, las decisiones y el modo de vivir. El ser humano no era el centro, sino una parte del todo, en equilibrio con las demás formas de vida.

Los rituales eran una forma de diálogo con el entorno. Acciones como encender un fuego, cantar al amanecer u ofrecer alimento a la tierra no eran gestos simbólicos, sino formas reales de establecer un vínculo con las fuerzas vivas que habitan el mundo natural. Vivir así no era un acto religioso institucionalizado, sino una espiritualidad encarnada, profundamente conectada con la tierra, el cuerpo y los ciclos del tiempo. Recuperar esta forma de mirar el mundo no requiere copiar formas antiguas, sino restaurar una sensibilidad que sigue viva en nuestro interior.

Hoy, al reconectar con la naturaleza, no solo sanamos a nivel personal: también honramos un linaje espiritual que ha sido olvidado por la modernidad. La Tierra sigue hablando, sigue enseñando, y espera que escuchemos con humildad. Cada paseo consciente, cada silencio en el bosque, cada gesto de gratitud es una forma de recordar que no estamos separados, que pertenecemos a esta red viva y consciente.

Al volver a mirar con ojos abiertos el mundo natural, recordamos que estamos hechos del mismo aliento que anima a todos los seres vivos. Esta memoria no es solo biológica, es espiritual: un saber profundo que nos invita a vivir con más presencia, más respeto y más armonía. En esa reconexión silenciosa con la Tierra, descubrimos que lo sagrado no está lejos, sino aquí, presente en todo lo que respira.

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