¿Cómo funciona tu columna vertebral?
¿Cómo funciona tu columna vertebral?
Por: Gaia | Nov. 20, 2013
La columna vertebral constituye el eje vertical del cuerpo, el soporte central que mantiene la cabeza y el tronco rectos y erguidos, permitiendo además su movilidad en diferentes planos, y que también sirve de protección a la médula espinal. Para ello debe poseer una gran solidez y fortaleza además de suficiente flexibilidad.
La columna vertebral consta de 33 vértebras que se distribuyen de la siguiente manera:
- 7 vértebras cervicales.
- 12 vértebras dorsales.
- 5 vértebras lumbares.
- Hueso sacro formado por 5 vértebras soldadas entre sí.
- Cóccix, con dos vértebras también soldadas.
Entre cada par de vértebras existe un disco intervertebral, una almohadilla cartilaginosa que permite la movilidad entre las vértebras, además de absorber los impactos (por ejemplo al saltar o correr). La médula espinal recorre verticalmente la columna a través del orificio vertebral. La solidez de las vértebras le sirven de protección.
Desde la médula salen los nervios espinales por los espacios entre vértebras.
Las apófisis espinosas sirven de protección a la columna vertebral de posibles lesiones. A ellas se sujetan los músculos y forman los salientes que notamos bajo la piel. Su angulación varía según su posición dentro de la columna. En la zona cervical están muy inclinadas hacia abajo, después se van poniendo cada vez más planas hasta llegar a la zona lumbar donde son casi horizontales.
En la zona cervical las apófisis están muy cerradas para proteger el canal raquídeo. En las dorsales siguen estando bastante cerradas, limitando el movimiento de las vértebras dorsales, ya que son el soporte de las costillas. En la zona lumbar la angulación es mucho mayor, las apófisis están casi horizontales, lo que permite una mayor movilidad en esta zona del raquis.
Vista desde atrás, la línea formada por las apófisis espinosas debe ser una recta. Cuando existe una desviación lateral de la columna vertebral, se produce lo que llamamos escoliosis. Esta desviación suele estar asociada a una rotación de las vértebras, o bien a una hipercifosis (gibosidad o chepa) o hiperlordosis.
Vista de perfil, la columna vertebral presenta varias curvas que aumentan la resistencia en los esfuerzos de compresión axial. Estas curvas son: lordosis cervical, cifosis dorsal y lordosis lumbar. Cuando estas curvas son muy pronunciadas se habla de hiperlordosis e hipercifosis, lo que constituye una desviación de la columna que puede llegar a ser dolorosa.
Una lesión habitual de la columna vertebral es la contracturación de los músculos posteriores del cuello, que se tensan, se contraen, produciendo dolor e incluso el desplazamiento de las vértebras. En casos extremos se puede llegar a perder la curvatura natural de la zona cervical (lordosis) dando paso a un cuello rígido. La alteración de la curvatura vertebral trae consigo efectos negativos para el riego sanguíneo que se ve reducido, pudiendo provocar mareos. También son alteradas las terminaciones nerviosas pudiendo quedar presionadas o pinzadas, lo que produce irritación en el nervio y sensación de dolor. Una buena terapéutica para este tipo de lesión son los movimientos de cuello propios del inicio o calentamiento de una sesión de yoga, siempre realizados de manera lenta y consciente.
En caso de sufrir hiperlordosis lumbar recomendamos evitar las posturas de flexión posterior (bhujangasana, ustrasana, dhanurasana, etc). Una postura que además de beneficiosa en estos casos es fácil y agradable de realizar es “la postura del feto” , o bien su variante tumbado boca arriba, y llevando los muslos al pecho y abrazarlos. También es aconsejable fortalecer los músculos abdominales.
Si tu dolencia es una curvatura dorsal exagerada (chepa o gibosidad), acompañada de unos hombros encorvados, pecho hundido y la cabeza proyectada hacia delante, la recomendación es practicar aperturas de pecho, “bhujangasana“, “ustrasana“, etc). También la práctica de respiraciones lentas haciendo hincapié en la inspiración y con pequeñas retenciones de aliento con los pulmones llenos (apenas unos pocos segundos), te ayudarán a ir abriendo poco a poco tu tórax.
En el caso de la hernia discal, cuando se produce el desplazamiento del disco intervertebral fuera de su situación entre las vértebras, se produce la compresión de las raíces nerviosas, lo que da lugar a las lumbalgias o lumbociáticas si las vértebras afectadas son L4-L5 o L5-S1. Las hernias de disco son habituales en la zona lumbar y cervical. Durante el período agudo y mientras exista dolor, la única postura recomendada es “shavasana“. Una vez desaparecido el dolor se aconseja prudencia en la reanudación de la práctica, evitar flexiones o extensiones demasiado pronunciadas, evitar las torsiones y favorecer la práctica de posturas de equilibrio y posturas que impliquen estiramiento axial. La movilización de los tobillos proporciona un efecto sedante.
Cristina Herrero es profesora de yoga en Gaia.
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Cuando una lesión te aparta de tu práctica
Las lesiones son lo más temido por los deportistas y profesionales de la actividad física, pero de lo que ninguna persona, deportista o no, está exenta.
En mi caso sí soy deportista, además, mi cuerpo es mi herramienta de trabajo, y me he lesionado. Me gustaría compartir con vosotros la experiencia física y mental por la que uno pasa cuando aparece la lesión y te aparta de la actividad temporalmente. Posiblemente, más de uno se sienta identificado, en ese caso espero que te ayude a afrontar mejor este periodo de rehabilitación.
Las lesiones pueden producirse por: accidente, mala ejecución de los ejercicios, falta de calentamiento previo o de estiramiento posterior al ejercicio, sobreuso o sobrecarga.
Este último ha sido mi caso, así sin avisar, en el mejor momento, cuando mi cuerpo y mi mente estaban en su clímax energético, con la temporada de carreras a punto de empezar, con el horario de entrenamiento perfectamente organizado, con el inicio del curso y todas las clases hasta arriba… ¿Y ahora qué? Toda esa preparación, todos los planes se vienen abajo y así, de pronto, pasas de estar en el cielo, al lodazal más inmundo. Parece que no habrá salida nunca.
Pero claro que la hay ¡Siempre la hay!
Estos cuatro pilares me han servido para afrontar mi lesión:
– 1º No te deprimas y acepta lo que ahora toca.
– 2º Sírvete de buenos profesionales para que te ayuden en la recuperación.
– 3º Aprovecha para hacer esas cosas para las que antes nunca tenías tiempo.
– 4º Aprende de los errores: si la lesión vino por no estirar o calentar a tiempo, ya sabes…
Ahora es cuando todos mis conocimientos sobre meditación, yoga y pilates cobran sentido. Durante los primeros días, no veía más allá de todas las consecuencias desastrosas que iba a tener durante una temporada. Pero con el paso de los días, cuando realizaba mi práctica de meditación diaria, empecé a tomar como objeto de atención la lesión y observaba los pensamientos, emociones y sensaciones que se iban despertando en mi mente. De ahí, poco a poco, y con muchos obstáculos mentales al principio, empecé a aceptar la nueva situación y, tras consultar con la fisioterapeuta que me trataba, orienté mi entrenamiento hacia el yoga y el pilates. Antes ya practicaba, pero siempre me quedaba corta porque daba preferencia al fitness o al running.
Es sorprendente y emocionante ir viendo que a pesar de no estar al 100% tu cuerpo consigue hacer posturas que antes, estando físicamente más fuerte, no podía hacer. Para mí chaturanga dandasana, kakasana y sirsasana, han sido las posturas que me han revelado cómo una lesión, en este caso, o un contratiempo de la vida, pueden ser la oportunidad perfecta para desarrollar tu autoconocimiento físico y emocional.
Si estás en ese momento, en Aomm.tv te ayudamos y podrás seguir clases de yoga y pilates on line adaptadas a tus necesidades.
Olga Castañeda, profesora de pilates y yoga en Aomm.tv