Yoga y natación: estírate después de nadar

Yoga y natación: estírate después de nadar
Por: Gaia | Jun. 26, 2017
Yoga y natación forman un tándem perfecto, ya que las dos son disciplinas relajantes, que fortalecen el cuerpo y a la vez resultan suaves para las articulaciones.
Sin embargo, como ocurre en todos los deportes, la natación tiende a sobrecargar algunos grupos musculares olvidando los antagónicos. Aquí te proponemos 4 posturas de yoga para estirar después de nadar que te ayudarán a corregir estos desequilibrios.
Siddhasana. Siéntate en el suelo, dobla una pierna y acerca el talón a la pelvis. Dobla la otra pierna y déjala por delante de la primera. Deja que desciendan las rodillas hacia el suelo. Estira tu espalda hacia arriba, y lleva los hombros hacia abajo y atrás. Apoya las manos en los muslos y vuelve las palmas hacia arriba.
Gomukasana. Siéntate con las piernas estiradas, dobla la derecha y lleva el pie cerca de la cadera izquierda. Ahora dobla la pierna izquierda, pon la rodilla encima de la derecha y lleva el pie al lado de la cadera derecha. Estira el brazo derecho hacia el cielo, dobla el codo de manera que puedas tocarte la nuca con la mano. Lleva el brazo izquierdo hacia abajo pegado a tu costado, dobla el codo y orienta la mano hacia arriba por detrás de tu espalda. Intenta coger los dedos de una mano con la otra mano. Si no llegas puedes ayudarte con la toalla o un cinturón. Después repite con los brazos y las piernas cambiadas.
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Adho Mukha Svanasana. Ponte de rodillas en el suelo y apoya las manos separadas un poco más que el ancho de tus hombros. Inhalando levanta la pelvis hacia el cielo estirando las piernas y los brazos. Al exhalar lleva los talones hacia el suelo.
Supta Badha Konasana. Túmbate boca arriba y junta las plantas de los pies cerca de la pelvis, formando un rombo con tus piernas. Estira toda la espalda en el suelo y lleva los brazos por detrás de tu cabeza con las palmas hacia arriba. Dobla los codos y sujeta cada uno con la mano contraria.
Con esta serie estirarás suavemente los músculos rotadores de los hombros ayudándote a abrir el pecho. También se estiran profundamente los músculos posteriores e internos de las piernas para ganar apertura en las caderas y evitar calambres en las piernas. Puedes hacerlos tanto antes como después de tu sesión de natación, en el mismo borde de la piscina o en la orilla de la playa.
Te aconsejamos esta clase guiada por Mónica Gordillo ‘Relaja y reajusta brazos y hombros’ para permitir el descanso y relajar la tensión acumulada en esta zona.
Necesitas tomar esta clase si sientes tensión en los hombros sobre todo después de pasar largo rato en el auto, sentado frente al monitor o cargando largas horas a un bebé. Estas actividades suelen agotar los músculos desde la espalda hasta el cuello. Las posturas sugeridas en esta sesión permitirán el descanso de tus hombros, aliviando la tensión acumulada. ¡Apréndelas y practica en cualquier momento!
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Felices 365 días del Buen Amor

La semana pasada estuve en la presentación del libro de Silvia Congost “Si duele, no es amor”. Allí sentada, barriguita redonda y vibrante al ritmo de mi pequeña, la mano en la mano de mi pareja, aprendices incansables deseando encontrar nuevas claves que nos ayuden a crecer y a construir.
“Pensad por un momento” – dijo Silvia – “en aquella persona que en vuestra vida sintáis que os ha amado de verdad de forma sana, en cómo actuaba, cómo transmitía ese amor, cómo os sentíais”… Ella no hablaba necesariamente de alguien del pasado aunque yo lo transcriba así, pero yo pensaba en mi abuelo que se fue de esta vida a mis 16… De pronto volví a ese amor templado y reconfortante como un tazón de leche, a la seguridad de su mano, a la ternura inmensa de su regazo, a la certeza de sentirme incondicionalmente amada, a la liberación de ser solo lo que yo soy, a la compasión, a la generosidad… Me vi en sus ojos floreciendo, regada por su risa, sostenida por su bondad e impulsada por su confianza. Amor Sano. Impensable que yo pudiese devolver con otra moneda a quien así me ama…
La realidad es que muchas veces ese amor se nos escurre como arena entre los dedos. Creemos amar bien y apenas sabemos cómo empezar a amarnos bien a nosotros mismos. En nuestro amor hay reproches, exigencias, afán por cambiar al otro, egoísmo, poca escucha, poca empatía y ni un ápice de compasión.
Vivimos añorando un amor de película, frustrados ante la realidad, insatisfechos y con el foco puesto en todo menos en lo que realmente significa amar.